-Lo tuve entre mis brazos y sus piernas se desparramaron en el pasillo del jet. Yo había decidido que el cadáver de mi hijo no viajara en el ataúd, sino en el pasillo del avión, porque la caja donde lo llevaba no cabía. -¡Sáquenlo, me lo llevo en brazos!, le dije a los ayudantes de la funeraria que nos habían llevado hasta el aeropuerto de Toluca.
Aurora Fuentes López, la mamá del Amado Carrillo, me comparte de tal manera el relato en la sala de su finca, que empiezo a imaginar cómo uno de los trabajadores de la funeraria le habló bajito y sugirió:
-Permítanos, vamos a meterlo en la bolsa.
-No, que bolsa ni que nada, me lo llevo en los brazos- ordenó Doña Aurora.
Y así fue. El cadáver de Amado Carrillo, el dolor de cabeza de las policías antinarcóticos de México y Estados Unidos, se marchó rumbo a su tierra Guamuchilito, Sinaloa. Se lo llevaron en los pasillos del jet ataviado con un traje negro que su madre le compró en el Distrito Federal.
El supuesto ‘Señor de Los Cielos‘, el amigo de militares de alto rango sobornados, jefes policíacos, amas de casa y curas, estaba muerto el 4 de julio de 1997, y dejaba 28 hijos y quién sabe cuántas viudas.
Son, como siempre, meses difíciles en Culiacán, Sinaloa. En la redacción suenan los teléfonos para reportar balaceras y hombres ‘carraqueados’ (baleados). Sicarios enfrentándose en avenidas. Casas de cambio utilizadas para lavar dólares. Pistoleros dando ‘pa´bajo’ (asesinando), como marca el manual del sicario: máximo dos tiros, uno en el pecho y otro en la cabeza. Millones de dólares guardados en casas.
Plebes alegres y enamorados aspirando a ser sicarios. Pilotos que se roban avionetas aseguradas por fiscalías mexicanas. Cerveza, mucha cerveza y carne asada. El aroma del mezquite quemado y el carbón es como el perfume de la ciudad, sazonado a temperatura culichi.
Mujeres tan hermosas que un reportero local piensa que eso, (la belleza sinaloense) es ‘cosa del Gobierno’. Soldados quemando gasolina por tantas vueltas en sus convoyes. Agentes federales de acento sureño, con cara de niño y metralletas. Familias huyendo del calor en plazas comerciales. Reporteros que algunas veces se encuentran a los asesinos terminando su trabajo…
En la cocina de niña Aurora
Aquí todo está bajo control. Parece que el maíz espía conversaciones ajenas. Las milpas se mueven con el viento, como si de mazorca en mazorca se pasaran los mensajes recién escuchados. Como si el camino de tierra rumbo a Guamuchilito, Sinaloa, al noroeste de México, escuchara el rumor de cada paso y pudiese avisar de cualquier movimiento. Porque si algo se mueve en Guamuchilito, si alguien respira a un ritmo distinto del normal, pronto se sabrá en la finca de doña Aurora.
Esta mañana, camino hacia la finca, puedo escuchar mi respiración. Este lugar está tancaliente que hasta las iguanas prefieren guardarse. A estas alturas siento que en cualquier momento la suela de mis zapatos será un chicle gigante que me pegará a la tierra.
-La tierra está supurando- me dice un viejito con playera sin mangas que juega cartas en una casita al borde del camino. Y entonces me acuerdo de la primera tarde en la finca.
Sobre la mesa ‘La Niña Aurora‘, de 63 años, ha servido un caldo jugoso. -¿Ya probó el armadillo?- me invita y hace un ademán que señala mi sitio en la mesa. A su derecha, el calor va inflando las tortillas y hay una jarra enorme con jugo de mandarinas cortadas de su finca, tan llena de gallinas, cabras, camionetas y perros. Hoy, 17 de diciembre, es el cumpleaños de su difunto hijo y se espera al cura para pedir por el alma de Amado Carrillo, ‘El Señor de los Cielos‘.
Si uno cierra los ojos y respira profundo sabe que los aromas de la cocina de ‘La Niña Aurora‘ -como le llaman con cariño sus caporales, empleados de la finca y cocineras- son aromas que llenan un hogar tradicional.
Pero Aurora Fuentes López no sólo es madre de los Carrillo Fuentes. Es la señora bajita, quizá de 1.65 metros, que por mero capricho mantiene intacto un Lincon Town Car aperlado.
El automóvil sólo ha rodado dos veces. La primera vez fue cuando Amado se lo regaló, y la segunda al pasar una Navidad con él en Ciudad de México. Hay quien dice que el tiempo puede llevarse todo, menos los recuerdos. Que recordar es vivir dos veces. Y pienso que cada que la señora Aurora mira ese enorme automóvil, vive. Veo que abre los ojos más de la cuenta. Tienen un brillo que no le había visto antes. También su tono de voz es cantadito. Con la mirada recorre el automóvil y posa la mano sobre el cofre. Me doy cuenta de que recién le han cambiado las llantas.
Los interiores de piel en color hueso están impecables. El asiento trasero parece el sillón principal de una sala. Sobre la lámina hay una capa de polvo fino. Es como si el coche hubiera permanecido en una vitrina a la vista de todos los que habitan la finca. Como si ahí estuvieran los recuerdos de doña Aurora, que me acompaña hasta la parte trasera de su cocina donde está el automóvil y tres camionetas más.
-Pa´ qué le voy a echar mentiras, me lo regaló Amado, por eso lo tengo. Ya ve que uno le da valor a las cosas- me dice.
-Hace tiempo vino un señor a preguntarme si se lo vendía, pero cómo voy a vender algo que es un recuerdo.
La señora Aurora tiene razón. Los recuerdos no son algo a lo que uno le ponga precio. Simplemente se tienen o no. Dicen que existimos porque alguien piensa en nosotros. Y Amado Carrillo existe en todos los rincones de esta finca.
A la entrada, escoltada por pinos y palmeras, hay un letrero que consigna el nombre de su dueña: doña Aurora. Al adentrarse uno se encuentra con tres enormes avestruces que no hacen nada más que comer y comer. Pienso que son un capricho gigante que recibe a quien visita la finca. Los avestruces gorgorean tan fuerte que sus ruidos se oyen hasta en las capillas que los Carrilloconstruyeron para honrar a sus muertos.
Con un Cristo a sus espaldas, la capilla tiene un toldo sostenido por columnas de mármol y nueve filas de asientos. Está arropado por una cadena de árboles pequeños y dos capillas, una especial para Amado Carrillo y otra para Rodolfo y su esposa Giovana.
En la capilla de Amado Carrillo hay un cuadro flanqueado por Jesús Malverde, -un santo no reconocido por la Iglesia pero muy venerado por migrantes y sicarios- y una foto de los ojos deAmado Carrillo con un pensamiento que, según la familia, él escribió para su madre:
Aurorita se llama mi madre
La mujer que me ha dado la vida
Mis hermanos y yo la queremos
Y pedimos a Dios la bendiga
Vicente se llamaba mi padre
Mi madre le cumplió sus deseos
El de ser sepultado en un rancho
Donde quedan todos sus recuerdos
En el rancho de Guamuchilito
Ahí descansa mi querido padre
Lo acompaña mi hermano Cipriano
Donde les reza mi querida madre
Madre tú no estás tan sola
Muchos hijos aún te acompañan
Aunque ausente me encuentre unos días
Tu hijo, Amado que siempre te extraña
Aquí debajo de la capilla están enterrados su marido, Amado y sus hijos Cipriano, Rodolfo y Amado.
-A mi mamá siempre le ha gustado tenernos cerca- me dice Bertila, una de sus hijas, mientras me encamina por las criptas.
En letras está el nombre de su nuera Giovana Quevedo Gastélum, asesinada junto a su esposo Rodolfo Carrillo, en septiembre de 2004, por sicarios en una plaza comercial. El día en que mataron a Rodolfo y a su familia éstos habían comprado comida japonesa. De pronto, al salir de la plaza, un grupo de gatilleros, a bordo de camionetas lujosas, comenzó a dispararles. Uno de sus escoltas corrió con los niños a refugiarse en una tienda. Giovana cayó muerta tras las primeras ráfagas. Luego, un sicario se aproximó hasta Rodolfo, que yacía herido, y le disparó en la cara.
Ahora Rodolfo está enterrado aquí. El lugar es fresco y está limpio. En letras doradas está su nombre. También el de su padre, su mujer y hermanos. Hay espacio para sepultar a más personas. Pero ese día todavía no llega.
Bajaron los guachos del cielo
¿Cómo se mide el carácter de alguien a quien le matan hijos? Hoy quiero averiguarlo. Me han advertido que las visitas a la finca sólo encenderán la pólvora tarde o temprano. Para algunos la finca es el límite de la fantasía y la realidad. Pero a cada kilómetro que avanzo rumbo a la finca en un camión viejo de carrocería gris y ventanas verdosas, vienen a mi mente frases de ‘La Niña Aurora‘: ‘Yo a nadie la deseo la muerte‘. ‘Mis hijos siempre han sido buenos hijos'; ‘Todo lo que dicen de nosotros es mentira’.
El camión y su chofer parecen sacados de una película de terror de los años setenta. Tiene las patillas del cabello largas y pronunciadas hacia la barbilla. Sus ojos se mueven muy rápido, como si una fuerza bruta en ellos pudiera ayudarles a volantear.
La música se encarga de lo demás.
-¡Mamá, préndeme el mechón, que me voy pa’ la Asunción, préndeme el mechón que me voy para Obregón!- ‘grita’ la Banda MS desde un búfer enorme al frente del tablero.
Las cabezas de los pasajeros se mueven casi en sincronía. Atrás van quedando los campos de garbanzo y de maíz que flanquean el camino que pasa al lado del penal de Aguaruto; una cárcel repleta de pequeños traficantes, ladrones de autos y la especialidad de la casa: sicarios dispuestos a vivir muy bien, pero poco.
Voy a la finca porque días antes recibí la llamada de alguien de la familia que me ha dado su confianza: “Bajaron del cielo… y hubo partido de futbol“. El mensaje decodificado era claro: soldados y federales habían entrado a la finca de los Carrillo.
-Me levanté y ya estaban como 20 federales en mi recámara, me explica Aurora Fuentes en la sala de la finca.
-Buenas noches, venimos a hacer una rutina y vamos a esculcar toda su casa.
Pues escúlquela, les dije. Y anduvieron como 100. Afuera había como siete comandos de Guachos que no entraron.
-Entonces les dije: ¿quién es el que manda aquí? ‘Pues aquí viene el Ministerio Público’, me dijo uno de ellos porque todos venían encapuchados. ¡Les dije, busquen por todas partes!
Uno de los hijos míos traía dos cartones de leche y se los llevaron. En la recámara tenía un paquete de galletas y también se lo llevaron. Y les dije: ‘si traen hambre y quieren comer, yo en la cocina tengo comida’. ‘No, no, gracias’, dijeron.
-Le dije a uno de los ministerios públicos que venía con ellos: ‘Yo tengo una hija con cuatro niños que están en su recámara, ella y su esposo y los niños’. Un favor le voy a pedir: ¡no quiero que me los vayan a asustar y mucho menos a golpear! Al esposo de ella sí se lo trajeron. Entraron a las 10 y cuando me di cuenta eran las 12. Ya habían estado por toditita la finca.
-Ahí anduvieron hasta que uno de ellos me dijo: ¡Ya, entréguenos las armas! y yo le dije: ¿cuáles armas? Y me contestó: ¡cómo no, usted tiene armas! Pues no tengo. Búsquelas hasta por debajo de la casa o donde las quiera buscar. Para eso están aquí.
El del Ministerio Público apaciguó a su colega: ¡Ya! te estás pasando pues, gritó. Uno de mis hijos tenía una camioneta afuera, una camioneta blanca y entonces uno de los encapachados me dijo: ¡Esa camioneta está blindada! Le respondí: ¡Yo, que sepa, no está!
-Que sí está, repitió el hombre y pidió las llaves. Pues yo no las tengo, las tiene un hijo mío. Buscaron las llaves y las encontraron, la abrieron, la esculcaron y les grité:
-¿Está blindada? Pero se quedaron callados.
También preguntaron ¿y esos carros que están ahí, de quién son? – Son míos les dije.
-¿Y la casa de quién es?
-Es mía también.
-El del Ministerio Público volvió a decirles: ya, párenle.
-Ya tenían más de una hora aquí, cuando les hablaron y se fueron. A ver la orden de cateo, les pedí. Se la dejamos a la de la puerta, respondieron. Y se fueron.
Un hijo con fiebre de malta
Regresemos el tiempo: Amado Carrillo tiene 12 años y está tumbado en cama. Tiene fiebre y escalofríos. Una madrugada el niño Amado no puede ordeñar las vacas junto a su madre y sus hermanos Cipriano, Vicente, Bertila y Alicia.
Su madre Aurora no sabe qué tiene. Por la tarde el cuadro empeora. Está hirviendo de temperatura.
-Mire, estaba así de chiquito –dice su mamá y hace un ademán que señala una medida de menos de un metro; -él se iba a trabajar, y se ganaba la vida ordeñando o en las milpas, o en lo que fuera.
– Me decía: Mire mamá, aquí tiene. Mijo, le decía yo, te voy a comprar ropa y él me decía: primero compra lo que vayamos a comer, después ropa…hasta que se enfermó.
– ¿Quién iba a cuidar vacas antes de que se enfermara?- le pregunto.
– Cipriano y Vicente. Nosotros aquí regábamos. En ese tiempo ni tractores había aquí en el rancho. Con caballo se rastrillaba y luego cultivábamos y así sembrábamos.
A ellas, a María Luisa y Bertila (hermanas de Amado), las ponía a hacer las tortillas.
-Yo me regresaba temprano después de ordeñar. Los alistaba y los mandaba a la escuela. A las cuatro de la mañana ya estábamos ordeñando y ellas (las hijas) haciendo las tortillas…
-¿Cómo era la fiebre?
– Era una calentura que no se le quitaba, era dolor de cabeza. Duró internado varios meses, varios días en el Seguro de Navolato.
-¿Cómo se dio cuenta de que Amado tenía esa enfermedad?
-Porque vomitó mucho y tenía mucha calentura. Entonces lo llevé a Navolato. Le hicieron estudios y salió que tenía ‘Fiebre Malta’. Tenían que operarle la cabeza.
-Me dijo un doctor: ‘Si no quiere que se opere a su hijo, hay que comprar estas inyecciones’. Yo no tenía con qué comprarlas. Eran bien caras en ese tiempo. Una inyección valía 100 pesos y era mucho dinero para nosotros y no teníamos. Entonces fui con mi papá y me dio para comprar las inyecciones. Yo iba a traerlas a Culiacán, porque en el seguro no las había.
De pronto hace una pausa y se aproxima por unos instantes al altar con fotos familiares que tiene en su sala. La más grande es la de Amado Carrillo y su esposa. La señora Aurora las mira por unos segundos y regresa a la historia:
-Amado estuvo 22 días en cama hasta que se alivió, pero el doctor nos aseguró que debía dejar de estudiar tres años (para entonces Amado tenía 12 años).
Al final de este tramo del relato, la mamá del “Señor de los Cielos” dice que su hijo logró terminar la primaria y logró su certificado. La suerte de Amado Carrillo tomaba vuelo. Años después la DEA lo buscaría por trasegar con toneladas de cocaína por los aires y millones de dólares en las maletas.
Logró el control de los aires
Alguien en la finca me ha dicho que ponga mucha atención a este corrido:
Logró el control de los aires, porque de veras podía
Piloteando sus turbinas, de la muerte se reía
El hombre gozó a lo grande, mientras le duró la vida.
Este medio día, rumbo a la parte trasera de su finca donde tiene cabras enanas, aprovecho para preguntarle: -¿Y los aviones que tenía su hijo, señora Aurora?
-Pues ya quisiera verlos ¿dónde están?
‘La Niña Aurora‘ me lleva a otra escena: -Una vez vino una familia a pedirle ayuda porque no encontraban a sus parientes y Amado los ayudó.
-¿Cómo los ayudó?
-Pues ya llevaban varios días perdidos porque se había accidentado la avioneta en la que iban y Amado les mandó un helicóptero para que los buscara.
-Sí –dice emocionada- los encontraron en la sierra, allá por Sonora. Ella murió abrazando a uno de los niños que iba en el avión. Sólo así dieron con ellos. Sólo porque Amado los ayudó.
Y le pregunto si los corridos que hablan de su hijo son ciertos, pero me dice:
-¡Ah, son mentiras!- y después revira: -Solo uno de ellos dice la verdad, se llama Pajarillo, alza tu vuelo.
El mister
Me habla con tal convicción que mueve con cadencia sus manos y dibuja la escena. Sabe que estoy tomando apuntes pero eso no le incomoda.
Para entonces es inevitable recordar el cuadro que he visto en la capilla de la familia.
Tiene una reproducción de su rostro y lo que parece un mapa que pocos o nadie ha intentado descifrar.
Bertila, una de las hermanas de Amado Carrillo, me permite entrar al espacio donde hay fotos, dólares, frases, imágenes de Malverde. Pero el cuadro principal tiene algo que llama la atención. La cara de Amado Carrillo tiene alrededor líneas rectas de color rojo que unen entre sí una serie de cartas de lotería: el gallo, el valiente, la dama, la muerte y una imagen de una pistola con las iniciales “A.C.F” y en detalle: “Pistola Colt.Cal.038 Súper, Matrícula 1742″.
También, muy tenuemente y escrito con pluma, se aprecia la leyenda ‘Águila Real’ y me recuerda el corrido que el grupo Los Dareyes de la Sierra compuso hace años:
Se escapó ‘El Águila Real’, tal como había prometido
Ninguna ley de la tierra, jamás lo verá cautivo
Sus destinos eran los cielos, lo firma Amado Carrillo
Logró el control de los aires, porque de veras podía
Piloteando sus turbinas, de la muerte se reía
El hombre gozó a lo grande, mientras le duró la vida
Hagan sus cuentas señores
Los que acuñan las monedas
25 mil millones, no se ven todos los días
Si Carrillo lo logró, era porque las podía
Lo siento mucho primito, no podrán extraditarme
Voy para ‘El Guamuchilito’, me está esperando mi madre
Ya podrán estar tranquilos, los que deseaban matarme
‘El Diamante’ y ‘El Cerebro’, con el valor forman trío
Tal vez por eso Carrillo, era garbanzo de a kilo
Amigo de mil quilates y adoración de sus hijos
Nave 727, a gusto volé contigo
Se me está prendiendo el foco
De hacer un viaje al olvido
Y dejarle la tarea
A ver cuándo dan conmigo.
Días de paz… con Amado
En Sinaloa las balas no mienten. Siempre dicen la verdad. Hoy la ‘Niña Aurora’ me contará de una época que, según ella, ya no existe en México.
Cuando el tiempo de Amado- dice- había mucho orden; la gente lo respetaba mucho y él respetaba al Gobierno también. Pero ahora todo está suelto. A nadie se le desea la mala. Cada quien trabaja como puede.
Yo tengo dos hijas que están solas. Ellas tienen sus tierras, sus vacas, una tiene dos hijos y otra tiene cuatro. Por qué vamos nosotros a perjudicar a otra persona. Aquí nos dedicamos a trabajar. El León no es como lo pintan. El gobierno lo ve así.
-Cuando estaba Amado todo estaba en orden, nada más faltó él y todo, sabrá Dios qué va a pasar, porque se soltó la lumbre.
-¿Amado le platicaba a usted sobre su método para mantener una supuesta paz?
-Fíjese que nunca tocaba el tema conmigo.
-¿Y entonces de qué le hablaba?
-A mí nunca me dijo nada, ni de sus negocios, ni media palabra. Él llegaba después de no estar más de 5 ó 6 meses y todo era una bola de gusto aquí en la casa con la gente y con nosotros. Y se iba pero aquí yo no oía que platicara nada de nada. Él llegaba y se reunía con toda la familia y luego con los hermanos. Aquí estaba lleno de gente que venía a verlo, porque toda la gente lo quería.
El cuerpo de Amado debió estar desparramado sobre los mismos sillones donde esta tarde converso con su madre. Para entonces estaría en la cúspide.
Los diarios decían de él en aquellos años: “La Procuraduría General de la República aclaró que en ningún momento puso en libertad al presunto narcotraficante Amado Carrillo Fuentes, cuando fue detenido por acopio de armas en agosto de 1989, y obtuvo sentencia favorable en 1990″.
Pero regreso con ‘La Niña Aurora': -Pasábamos el rato bien a gusto y después se iba y era todo. Pero yo nunca en la vida recuerdo que me dijera: mamá ésto…
-¿Cuándo usted iba el DF en las Navidades, sabiendo que él era buscado por la DEA y la PGR, qué pensaba?
– Pues qué cree que pasaba por mi mente. Yo lo sabía por otras personas, no porque él me dijera. Una vez recuerdo que aquí en la sala le dije: Ay mijo, cuídate, y me dijo: ¡Ay mamá!, yo no tengo peligro, ni enemigos por ninguna parte, no se preocupe. Yo estoy bien con todo mundo. Él platicaba a la gente cómo se crió, cómo los crié. Recuerdo que él llegaba en estos sillones, se sentaba y me abrazaba diciéndome: Véngase pa’ acá.
La sala –recuerda la señora- estaba llena de visitas y él les decía: ‘No saben lo que mi mamá sufrió para criarnos. Recuerdo desde chiquito lo que mi mamá se chingaba pa’ mantenernos. Eso a mí no se me olvida nunca’.
-¿Cómo eran las navidades en el DF?
-Él cumple años el 17 de diciembre. Ya que él se casó, nos íbamos para allá en Navidad pero nos regresábamos el 2 de enero porque tenían que entrar a la escuela los chamacos.
-¿Cuándo él ya estaba encumbrado en su actividad usted todavía tenía hijos chicos?
-Sí, ya pasaba los 30 y murió muy joven. Bueno, me lo mató el doctor que le dio la dosis. Y de eso me contó en otra visita a su finca.
De nuevo en sus brazos
-Hasta el sábado nos dieron el cuerpo. Nos lo trajeron hasta el aeropuerto y ahí nos lo dieron. Fuimos primero al forense, donde lo tenían- me dice Doña Aurora, reviviendo una escena de aquel 4 de julio de 1997.
-¡Ay los periodistas!; iban más de cien periodistas detrás de mí preguntándome, qué quería. Me sacaron sangre, saliva y un pedazo de campanilla. Los primeros estudios que me hicieron dijeron que se perdieron y entonces un general del Ejército fue, me sacó sangre y todo eso y me dijo: No se preocupe, estos sí van a salir. Y al otro día nos dieron los resultados.
-La caja que habíamos comprado para llevarlo no cupo en el avión; era un avión chico. Fuimos a Toluca. Eran como las ocho de la noche. Y ahí la dejé, regalé la caja en el aeropuerto. Yo para qué la quería.
-¿Y entonces lo sacó de la caja?
-Sí, lo trajimos, yo lo traía en los brazos. Lo echaron en una bolsa negra, la iban a amarrar y les dije: No le amarre. Yo venía sentada y me lo pusieron así -platica mientras con los brazos muestra cómo lo traía en sus piernas- y adereza: ¿Va a creer que no estaba tieso?
-Subieron ellos con el cuerpo por delante con la caja, pero después bajaron. Lo iban a acostar en el asiento con la bolsa y se la bajaron hasta la mitad del cuerpo. Yo me senté y entonces lo acostaron y lo traje en los brazos. Fue pasadita de una hora la que hizo el avión. Lo traje en los brazos todo el camino hasta que llegamos a Culiacán donde estaba la funeraria. Ya lo tenían inyectado y todo para que no se pusiera duro.
-¿Durante esa hora de vuelo qué paso por su mente?
-Pues miles de cosas. Son cosas muy pesadas que yo no deseo a nadie, pero mientras Dios nos tenga en el mundo, tiene uno que pasar por todo eso. Está canijo.
Ese niño se parece a Amado
Estoy en la sala y de frente observo las fotos de Amado Carrillo con traje negro y con un pañuelo en la solapa. También imágenes de sus hermanos Rodolfo y su padre Amado. Es un altar a la memoria.
Pregunto a Doña Aurora: -¿hubo un momento donde Amado se fue a Argentina?
-Sí, y lo andaban buscando aquí en México
-¿Él tuvo varios hijos?
-Sí, dejó como 27 ó 28 hijos.
-¿Conoce usted a sus 28 ó 27 nietos?
-Sólo me faltan 3 ó 4 que no conozco. Una niña que quedó en Cuba.
-¿De una mujer cubana?
-Sí de una mujer cubana.
-¿Y cómo sabe que era su mujer?
-Él me dijo y además traía la foto de la niña. Cuando él murió la niña debió haber quedado de 8 ó 9 meses. En Brasil dejó a otro niño. A ese sí lo conozco porque viene para acá.
-¿La ha venido a visitar?
-Sí, ha venido tres veces. Ahorita tiene como 15 años.
– ¿Y se parece a Amado?
-Sí, igualito. Yo ya conocía a la muchacha, se llama Renata. Es joven y bien bonita. El niño se llama Harrinson. Cuando él falleció aquí estuvo otra muchacha de 8 ó 9 meses que venía embarazada. Era del DF.
– ¿Todos los niños eran mexicanos?
-Todos, menos el niño de Brasil y la de Cuba.
¿El mayor de los hijos de Amado quién es?
-Es Vicente, tiene 33 años.
-¿Él vivía aquí?
-No, él vivía en México y tenía como 3 ó 4 años allá. Vino una vez, pero al ratito se fue.
A Vicente, su nieto mayor, lo detuvieron el 2 de abril de 2009. La policía dijo que lo aprendieron haciendo ejercicio. Un reportero mexicano, basado en un reporte oficial, escribió en un diario de circulación nacional: “Fue el pasado miércoles cuando el ingeniero, como se le conoce en el medio, realizaba ejercicio en un parque de Bosques de las Lomas cercano a su domicilio, y fue en ese momento cuando fue detenido por elementos federales, sin mediar confrontación con escoltas ni disparar un solo tiro”.
“Sorprendido, Carrillo Leyva no opuso resistencia y fue aprehendido, tras varios años de investigación, tareas de inteligencia en campo y de gabinete, por parte de las autoridades federales”.
Pero su abuela me dice: -¡Mentira! Lo agarraron dormido, la muchacha que les ayuda en la casa abrió la puerta y los federales entraron. Son puras mentiras eso de que andaba corriendo. Lo agarraron porque pensaban que era el heredero de Amado Carrillo.
Cuando los caminos se cruzan
Una anciana me abre las puertas de la Iglesia en Guamuchilito. Es raro que a esta hora del día, cuando los plebes engañan al calor en hamacas, sólo los mochomos -esas hormigas negras, enormes, que pareciera te pueden arrancar la piel a mordidas- caminen en esta ranchería. Es como si la naturaleza se hubiera empeñado en que hasta las hormigas fueran tan bravas y entronas como los sinaloenses.
Un muchacho menudo y en motocicleta pasa frente a la Iglesia hasta donde se desparraman las sombras de palmeras altísimas que bordean el camino. Da dos vueltas en la moto, zigzagueando, como buscando ver quién entró al templo que construyó Amado Carrillo. Luego se pierde al doblar la calle de tierra.
-Amado tenía tres años cuando nos dieron la tierra y nos venimos a vivir aquí. Aquí se crió con toda la gente. Él ayudaba a toda la gente. El kínder, él también lo construyó, cuenta doña Aurora.
-¿Con la familia Arellano Félix cómo se llevaban?
-Todo el tiempo bien.
-¿Y con la familia Zambada?
-También, pero de esa familia no tengo nada que decir.
-¿Amado conocía a Ismael Zambada?
-Sí lo conocía.
-¿Se llevaban bien?
-Sí, muy bien y con el otro señor también.
-¿Qué otro señor?
-Con el Chapo Guzmán.
-¿Eran compadres?
-No
¿Entonces sólo era compadre de los Arellano Félix?
-Sí, ellos y Amado tuvieron unas pláticas y se comprometieron y lo han cumplido hasta hoy día. Ellos se comprometieron con él que a su familia no la iban a perjudicar de ninguna forma y hasta hoy día lo han cumplido. Nosotros con los Arellano, mis respetos. Nunca han tratado de perjudicarnos. Cuando él falleció mandaron coronas.
-¿Compadre de Benjamín o de Ramón?
-De Benjamín Arellano. Amado le bautizó un hijo a Benjamín y a Ramón lo mataron en Mazatlán.
-¿Y amigo de Ismael Zambada?
-Era compadre también.
-¿Por uno de sus hijos?
-Amado le bautizó -dice por un momento hasta que se arrepiente- el caso es que eran compadres.
-¿Y en el caso de El Chapo?
-Pues en ese tiempo el señor ese todavía vivía lejos, porque es de la sierra. Yo no lo conozco.
-Me acuerdo que usted me comentaba que conoció al papá de Sandra Beltrán.
-Sí lo conocí muy bien. Ese señor tenía un rancho de Pericos para arriba. Yo iba y le compraba ganado a él. Se llamaba Alfonso. Tenía muchos caballos de carreras. Yo le compré unos ponis, unas vacas.
-¿Conoció usted a Sandra cuando era pequeña?
-De eso no me acuerdo.
Sandra Ávila fue capturada el 28 de septiembre de 2007. La habían perseguido durante años pues la consideraban un enlace clave para el trasiego de cocaína entre Colombia, México y Estados Unidos.
Ahora Sandra, llamada “La Reina del Pacífico”, está presa en una cárcel mexicana en Nayarit. Los gringos lo reclaman para juzgarla por presuntos delitos asociados al narcotráfico y de los cuales, hasta ahora, ni aquí ni en el vecino país se le han comprobado.
Amado, un pasajero más
Amado, el solitario Amado cuando venía, lo hacía solo. Él decía, “yo tengo que cuidar a mi familia. Estoy lejos y tengo que estarlos cuidando”. No traía ni pistoleros, ni nada de eso.
-¿Llegaba caminando solo?
-Él solo. Entraba en su carro. Le gustaba mucho jugar voleibol. Se iba a una al rancho a jugar.
-Cuando venía a visitarle, ¿cuánto tiempo permanecía?
-Se quedaba ocho días, quince días a lo mucho. Él tenía unos ranchos allá para Los Mochis. Nos íbamos con él para allá. Sembraba mucha papa. Tenía como 500 hectáreas que sembraba de papa.
– ¿Se iba toda la familia?
-Todos, todos, quedaba sola la casa. Él decía: ‘Esos que andan con toda esa gente de pistoleros, sólo se delatan. Por donde va una persona de esas con siete u ocho carros ¿quién no se da cuenta? Eso no está en mí porque eso es delatarse uno mismo’, decía Amado.
-Iba y venía. Él se venía en el avión. Se bajaba y tomaba un taxi. Una vez llegó y ni lo esperábamos, ni maleta ni nada.
-¡Mamá, mamá, viene Amado!, gritó una de sus hijas y al salir estaba muerto de risa ahí parado en esa entrada.
-¿De dónde salió eso de ‘El Señor de los Cielos’?
-Yo cuando me di cuenta ya traían eso. Decían que tenía flotas de aviones.
-¿Y dónde están esos aviones?
-Son puras mentiras.
Las policías antinarcóticos norteamericanas afirman que Amado Carrillo trasegaba droga con una flota de aviones Boing 727. Por eso le decían ‘El Señor de los Cielos’.
El día que ya no despertó
El 4 de julio de 1997 alguien asesinó a Amado Carrillo. Se había sometido a una cirugía de rostro. Dicen que ya llevaba varias. Su madre revela detalles que no se han conocido:
-Estábamos aquí platicando cuando Amado le habló a su doctor de confianza. ‘Mamá, por ahí nos vemos pronto’, me dijo y esa tarde se fueron para México. Cuando salió de la operación eran como las 12 de la noche. Bien recuerdo que había un programa de televisión que se llamaba El Doctor Cándido Pérez.
-Hacía rato que había pasado la operación cuando llegó uno de mis plebes: ¡Mamá, le hablan!
– Era Amado y le dije ¿cómo estás mijo?
-Bien, amá. Salió bien toda la operación; ya salí de la anestesia; no se preocupe, apenas me recupere, uno o dos días, estaré con ustedes. Pero a las 6 de la mañana, que fueron a verlo, ya estaba muerto. Un doctor nada más se quedó con él. Fue el doctor el que lo mató, fue el doctor- repite la señora.
-¿Qué le hizo el doctor?, le insisto.
-Le puso una inyección para matarlo. Sí, lo traicionó el doctor. El doctor se vendió.
Los cadáveres de los médicos que operaron a ‘El Señor de los Cielos‘ aparecerían en octubre de 2007 en una carretera rumbo al puerto de Acapulco, al sur de México.
Un reporte forense estableció: “Los cadáveres fueron sometidos a una brutal tortura, de cuyos métodos destacan: quemaduras en la zona torácica y muslos, golpes contusos en todo el cuerpo, incluso uno de ellos fue vendado con cinta adhesiva en tórax y muslo derecho, con la finalidad de evitar el desprendimiento muscular producido por los golpes a que fue sometido”.
“Dos murieron de asfixia por estrangulamiento y el tercero por proyectil de arma de fuego penetrante de cráneo a nivel de la región occipital del lado derecho”.
– ¿Y el doctor de confianza de Amado dónde está?, insisto a Doña Aurora.
-Sepa Dios, se perdió. Pero la familia ahí vive en Culiacán. Se apellidan Mejía…
El retiro que nunca fue
-Dicen que Amado está vivo, doña Aurora.
-Ojalá así fuera; 12 años y ya hubiera aparecido.
-¿Volveremos al México tranquilo?
-Es lo que esperamos. Son tantas mentiras que se cuentan de nosotros.
-¿Cree que la ven como una señora peligrosa?
-Han de pensar que traigo hasta los cuchillos que uso para picar la cebolla.
-¿Cuándo se va acabar el narcotráfico, señora Aurora?
-Pues eso no creo yo que se acabe.
-¿Por qué?
-Pues todos los días lo están combatiendo y todos los días está más para arriba
-¿Qué diría Amado de todo esto?
-Pues si viviera quién sabe qué diría.
-¿Qué le pediría usted a Amado si él viviera?
-Que ayudara a combatir el narcotráfico. ¿Qué no? Ya ve cuántas hectáreas de mariguana hallaron sembradas en Estados Unidos.
-¿Sería una buena solución?
-Sí, sería buena solución.
-¿Cómo podría Amado Carrillo ayudar?
-Pues yo me imagino que se hubiera retirado de todo. Y que cooperaría con el Gobierno. No hay de otra. Una vez él me dijo que se iba a retirar de todo, porque yo le dije de todo lo que salía en el periódico y que me la pasaba rezando por él y por todos. Y me dijo: ‘No mamá, eso se va acabar ya. Yo le doy mi palabra, usted no tenga pendiente’, pero él fue el que terminó.
Es quizá la última visita a la finca de los Carrillo. Me quedan muchas preguntas y muchas respuestas por saber de doña Aurora y su familia. Pero quizás hay cosas que nunca sabré, ni se sabrán. Cada uno de nosotros guarda un secreto. Y hay secretos de familia inviolables. Doña Aurora se pone frente a mí y me dice que su finca es mi finca. Que las puertas están abiertas. Y me recuerda que el león no es como lo pintan. Entonces estrecha muy fuerte mi mano con su mano delgada. Me mira a los ojos y me dice:
-Que Dios lo bendiga.
Luego se queda parada observando las fotos de sus hijos muertos. Aunque falta la foto de otro de ellos. Un hombre llamado Vicente Carrillo Fuentes, quien según la Agencia Antinarcóticos de Estados, la DEA y la Procuraduría General de la República de México, es líder del cártel de Juárez.
Pero le insisto, mientras me acompaña a la puerta:
-¿Cuándo acabará todo esto, señora Aurora?
-Cuando llegue el fin del mundo…
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