Los campesinos que se levantaron en armas a 12 km de Chilpancingo

¿Quiénes son las personas que, en medio de una carretera, se empujaban con soldados de la Policía Militar el viernes pasado? Son habitantes de Petaquillas, un poblado de casi 10 mil habitantes, con un grado de marginación alto (Conapo), distante a menos de 15 minutos de Chilpancingo. 

A solo 12 kilómetros de la capital guerrerense, se trata del último poblado que se ha levantado en armas contra la delincuencia. Es el más reciente bastión de la policía comunitaria agrupada en el Frente Unido por la Seguridad y Desarrollo del Estado de Guerrero (Fusdeg).

El viernes, casi a la entrada de Chilpancingo, los habitantes de ese lugar sonaron las campanas de la iglesia del pueblo y se encararon con soldados, luego de que dos de sus dirigentes fueron retenidos por militares debido a que portaban escopetas fuera de sus comunidades. Ya no ha habido roces desde entonces, solo revisiones militares sin consecuencias: los comunitarios circulan en sus camionetas con sus escopetas y los soldados los dejan pasar una vez que los campesinos se identifican. Estos hombres rurales afirman que no quieren chocar con el Ejército:


“Realmente no venimos buscando confrontaciones”, dice el dirigente de la policía comunitaria del vecino poblado de Mazatlán (6 mil habitantes, también colindante con Chilpancingo), José Isabel, luego de librar el puesto de revisión militar donde se produjo la gresca la semana pasada.

“Nosotros nunca vamos a estar en confrontación no solamente con el Ejército, sino con todo el Estado mexicano. Creemos que si son nuestras representaciones, deberíamos caminar coordinadamente en los problemas de seguridad, pero si los cuerpos policiales no nos protegen de la delincuencia, como no lo han hecho, tenemos que cuidarnos nosotros”, explica Crescenciano Ramírez López, dirigente de la Fusdeg 
en Petaquillas.

Pero ¿exactamente por qué se levantó con escopetas la gente de Petaquillas y se unió a la Fusdeg, apenas el 31 de enero pasado a las 4 de la mañana?
“Por la situación en este territorio, el más cercano a la capital del estado: la gente vive en una situación de azoro, de desesperación. Principalmente es el miedo para poder salir a las calles. Había cobro de piso a los ciudadanos que tienen mayor desarrollo económico y se han perdido fuentes laborales. Ellos eran puntos directos de la delincuencia, dando origen a desplazados, quedando casas abandonadas. También había secuestros y asesinatos y presencia constante de delincuentes, aquí mismo en la plaza pública en la que estamos parados”, cuenta Ramírez López, a quien la gente llama Chano.

Las miradas de los lugareños son de desconfianza. Sí, de miedo. Tantos años han padecido abusos de los delincuentes, y tan reciente es su valor para rebelarse, que la llegada de fuereños hace que acechen con ojos de venadillos asustados.  

Y es que las zonas serranas de los alrededores son codiciadas y disputadas violentamente por grupos criminales: ahí se siembra amapola y mariguana. Y los campesinos, los más pobres, se habían vuelto rehenes de los delincuentes. Trabajaban para ellos en la siembra de estupefacientes:

“En Guerrero la siembra de amapola y mariguana es una alternativa que se le ha puesto en las manos a los campesinos por la gran desesperación y el abandono en el que se encuentran. Por la pobreza, ya que con el maíz tienen muy poca probabilidad de sobrevivir. 

Y la mariguana, al ser puesta por los delincuentes como una alternativa, pagándoles un poquito más, fue la opción que les hizo ser parte de esa delincuencia. 

No es porque ellos hayan querido ser delincuentes, sino que fueron delincuentes por las condiciones de desesperación en que se encontraban, llegando después a ser parte de esa delincuencia cuando no tuvieron otro camino y no pudieron salir de ella”, revela el dirigente de la Fusdeg.
Hasta que todo se descompuso cuando los narcos y sus gavillas abusaron de la población con secuestros, extorsiones, violaciones y ejecuciones contra quienes eran sometidos por grupos antagónicos…
***
José Isabel dice que fue la inacción de las policías municipales y estatales lo que los fastidió.  

“Nunca nos brindaron la seguridad que deben darnos. Se les llama pero como que no existieran. Por eso nos organizamos. Exigimos que hubiera justicia por asesinatos, secuestros y, ¿dónde estaba la autoridad? Si hubiera seguridad nosotros qué tendríamos que hacer aquí. Tenemos nuestros trabajos, nuestras necesidades, nuestras familias. ¿Qué hacemos, a dónde más nos vamos? En Mazatlán desde que somos comunitarios ya no hay inseguridad. Antes ya no sabíamos de dónde nos llegaba: que secuestraron al amigo, que el amigo desapareció, que apareció un asesinato. Desastres. Muchos desastres…
Crescenciano Ramírez López explica a su manera lo que ocurría con las disputas entre narcos y lo que eso generó:

“Al multiplicarse la delincuencia se tienen que multiplicar los territorios porque ya no caben los delincuentes en un solo lugar. Y al darse cuenta de que las drogas eran una vía de HACER DINERO rápido también vieron una gran oportunidad de hacer dinero fácil extorsionando a los que tenían otros negocios y también secuestrando a quienes tenían posibilidades de sacarles dinero”.   

Pero ahora hay otro problema en puerta. Un problema político generado por organizaciones sociales como la de los maestros disidentes de la Ceteg y su influencia sobre las policías comunitarias: los comicios. Y ese tema divide a las poblaciones: unos quieren permitir el voto, pero otros no. 

—¿No van a impedir las elecciones en Mazatlán? —se le pregunta a José Isabel.
—Nosotros no. La gente es libre. El pueblo decide.

—La gente, si quiere votar en Mazatlán, ¿va a poder votar?
—Que vote, sí. No tanto porque confiamos en los políticos, pero necesitamos tener una esperanza de que venga algún gobierno mejor.
—¿No van a impedir el voto en junio?

—No, en Mazatlán no, no se impide.   
Pero en Petaquillas al parecer los líderes de la Fusdeg sí sabotearán las votaciones, como pretenden hacerlo maestros en numerosos municipios:

“En algunas comunidades ya hay un pronunciamiento de rechazo total al proceso electoral. Hay partidos que podrían tener relaciones con la delincuencia. Las elecciones se pueden permitir si hay un acuerdo de unidad con el pueblo. No es solamente decisión de las instituciones encargadas de realizar el proceso electoral, ni del Estado.

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