De la sierra a la capital
Desde mediados del 2013, en pleno auge del poder del cártel de Los Caballeros Templarios, Servando Gómez Martínez -el líder visible del grupo- fue ubicado por los autodefensas que se organizaron en torno a José Manuel Mireles, en las inmediaciones de Apatzingán.
La denuncia, hecha en aquel tiempo por el fundador del movimiento armado, refirió que “La Tuta” estaba radicado en una casa de la colonia Cenobio Moreno, en donde -se aseguró- el gobierno de Uriel Chávez Mendoza le brindaba protección con un grupo de la Policía Municipal, puesto a disposición del capo.
El grupo de autodefensas de Mireles, tras entrar al municipio de Apatzingán, detectó la salida Servando Gómez de ese municipio.
Fue ubicado posteriormente en una casa de Aguililla y después en una casa de Tumbiscatío, a donde se pedía que entrara el Ejército, pero nunca hubo respuesta oficial.
Ante la tardanza en la reacción de las Fuerzas Federales, Mireles decidió ir a la caza de “La Tuta”.
La inteligencia insurgente ubicó al jefe de Los Templarios a principios de mayo del 2014 en un departamento del fraccionamiento Los Tulipanes, en el municipio de Lázaro Cárdenas.
En ese domicilio posteriormente se suicidaría el hermano de “La Tuta”, Aquiles Gómez Martínez.
En el mes de octubre del 2014 –ya estando Mireles preso, detenido cuando avanzaba hacia Lázaro Cárdenas tras ‘La Tuta’- los grupos de autodefensa de Hipólito Mora ubicaron la presencia de Servando Gómez en el municipio de Coalcomán.
Se presumió la intención del jefe templario para salir del estado por la zona limítrofe de Colima.
El padre Gregorio López Jerónimo, quien fue declarado como enemigo número uno de Servando Gómez, denunció hacia finales de octubre que “La Tuta” estaba protegido por el Ejército.
“Lo mueven los militares vestido de soldado”, dijo públicamente el sacerdote, quien luego tuvo que salir de Apatzingán por las amenazas de muerte que le llovieron.
A principios de noviembre del 2014, mientras el Gobierno Federal aseguraba que “La Tuta” estaba “reducido, a salto de mata por las montañas del sur”, el jefe de Los Templarios fue ubicado por los autodefensas en una casa cercana a la finca La Fortaleza de Anunnaki, propiedad del ya extinto Nazario Moreno González, el fundador de los templarios.
Allí se le llegó a ver a “La Tuta” montando a caballo por las tardes.
El golpe de suerte
Los vecinos de la calle Fidencio Juárez Mejía, principalmente los colindantes con la casa marcada con el número 49, de la Tenencia Morelos, no sabían que allí vivía “La Tuta”, pero sospechaban de la existencia de “alguien importante”. Posiblemente de un jefe de alguna de las tantas bandas de secuestradores que asolan la región.
La principal sospecha de los vecinos era el movimiento nocturno, que aunque escaso, era notorio para una población en donde a las 8 de la noche ya no hay ni un “alma en la calle”.
No había vehículos de lujos a la puerta, pero era frecuente observar la llegada de taxis con comida o medicamentos.
Entre los vecinos de la citada calle se corrió la versión de que la casa era habitada por un grupo de secuestradores, y ante el hecho, todos hicieron por no darse cuenta y pasar por alto cualquier relación con los vecinos de esa casa, que a mucho les comentaron que se dedicaban a la organización de rodeos y monta de toros.
Alguien –cuenta uno de los vecinos- le dio el pitazo a la Policía Federal sobre la existencia de unos secuestradores.
“Creo yo que esa fue la razón por la que comenzaron a vigilar la casa. No creo que alguien imaginara que era “La Tuta” el que estaba escondido aquí. Yo creo que la Policía estaba siguiendo a unos secuestradores”, contó uno de los vecinos.
La principal sospecha para suponer que una banda de secuestradores se escondía tras la fachada de un grupo de persona dedicada a los espectáculos musicales y de jinetes, fue la presencia permanente de dos niños –de entre 8 y 11 años de edad-, quienes acudían a comprar a los tendejones del lugar con billetes de 500 pesos en la mano.
La jaula de oro
Las versiones de los vecinos de la Tenencia Morelos apuntan a la posibilidad de que Servando Gómez Martínez, quien posiblemente haya llegado a esa vivienda a principios de enero pasado, vivió sus últimos días en libertad atendido a cuerpo de rey por el séquito que lo rodeaba.
Los taxis que llegaban a la casa, principalmente entrada la noche, nunca tocaban el claxon.
El chofer esperaba pacientemente a que alguien abriera la puerta para poder entregar una o dos bosas con evidentes encargos de comida.
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