Narcos Gringos: ¿Cómo opera el negocio de las drogas en EUA?

Es un hecho que en Estados Unidos se encuentra el principal mercado de drogas en el mundo. 

La postura del gobierno estadounidense siempre ha sido responsabilizar de sus adictos a los narcos procedentes de otras partes. Oriente, Sudamérica, México: más allá de sus fronteras se encuentran los surtidores del veneno que su población consume por culpa de la enorme oferta que se coloca en sus calles. 

A partir de los años setenta, con la administración del presidente Richard Nixon, el gobierno norteamericano inició una ofensiva en varias partes del mundo para combatir la producción y distribución de drogas. Su primer objetivo en Latinoamérica fue Colombia, inmediatamente después, México. En la región del Triángulo Dorado (Sinaloa, Chihuahua y Durango) se quemaron cientos de hectáreas en las que se cultivaba la marihuana y amapola. Los narcos tuvieron que salir huyendo de la Sierra Madre Occidental para buscar refugio en otros lados: unos se fueron a Tijuana, otros a Culiacán, otros más se dirigieron a la capital de Jalisco donde se reorganizaron alrededor de lo que la DEA llamó el Cártel de Guadalajara. 


En toda esta trama entre los gobiernos de Estados Unidos y de América Latina, siempre ha faltado un personaje al que, por su ausencia en el discurso oficial, se podría considerar secundario aunque es esencial para que las drogas producidas en Colombia, Perú, Bolivia y México lleguen a las calles de las ciudades estadounidenses: los narco gringos.

¿Quiénes son?¿Cómo operan? ¿Qué tanto poder y dinero tienen? En Estados Unidos, de acuerdo con el periodista J. Jesús Esquivel, autor del libro Narcos Gringos (Grijalbo, 2016) los narcos no son fantasmas en la cuestión del crimen internacional, existen y forman parte fundamental en la logística del negocio de la venta de drogas.

“A diferencia de lo que ocurre en México, Centroamérica y Colombia, en el narcotráfico de Estados Unidos no existen los cárteles ni la figura del jefe o gran capo: no hay una estructura piramidal de mando para la distribución y venta de drogas”, asegura. “Tampoco hay plazas ni estados dominados por alguna pandilla”. 

No existe un narco estadounidense que pueda compararse en poder con el que alguna vez alcanzaron figuras como Pablo Escobar, Caro Quintero o Joaquín Guzmán Loera. Lo que existe es una figura a la que se le conoce como Broker, o intermediario, el eslabón más poderoso en el mundo del narcotráfico gringo. 

El broker más poderoso apenas si domina una manzana o unas cuantas calles en algún barrio de Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Miami, Houston o Dallas. Son, pues, pequeñas células que controlan una zona de las ciudades donde operan y dependen por entero de los narcos extranjeros que les surten de mercancía. 

La labor del broker consiste en ser un intermediario, un eslabón, entre los narcos extranjeros, ahora principalmente los mexicanos, y los distribuidores en territorio estadounidense. 

“Los brokers son operadores que se encargan de la logística para transportar, distribuir y vender drogas, y se quedan apenas con una pequeña rebanada del pastel”, dice Esquivel. 

El broker es un individuo que de manera independiente hace negocios entre un productor y un vendedor. Puede comprarle mercancía a varios carteles mexicanos al mismo tiempo sin importar que estos se estén peleando a muerte: lo que ocurra en México no es su asunto. Lo mismo le puede comprar cocaína al Cártel de Sinaloa que a Los Zetas. Los narcos mexicanos tienen que pasar la mercancía a Estados Unidos: el broker no meterá las manos por ellos: simplemente esperará en alguna ciudad de California, Arizona, Nuevo México o Texas a que la mercancía llegue a su destino. 

Esta por lo regular es almacenada durante varios días en casas habitadas por familias anglosajonas a las que se les ha pagado cantidades que pueden llegar a los mil dólares solo por dejar que la droga sea almacenada en su garaje o en el sótano. 

En Estados Unidos también existe la figura del “halcón”, aunque se les llama “gatekeepers”, es decir, vigilantes, que son los vecinos de la casa en donde se ha almacenado la droga y que se encargan de reportar al broker si por la calle circulan patrullas o autos sospechosos. 

Para transportar la droga a otras ciudades americanas, el broker puede contratar a traileros a los que les da indicaciones de rutas, paradas y entregas de la mercancía que lleva escondida en la unidad. Si el chofer es detenido, lo más probable es que hable y denuncie al broker. En todo caso, si la droga es decomisada por la policía, el cártel mexicano que la haya vendido no pierde: el broker tiene que asumir el costo y pagar, en caso contrario, los tentáculos de los narcos mexicanos pueden llegar a cualquier ciudad de Estados Unidos y acabar con la vida del broker que quedó a deber. 

“Está obligado a pagar al cártel el valor de la droga perdida. Si no lo hace, sabe que con ello termina su carrera en el narco y firma su sentencia de muerte, a no ser que se convierta en testigo protegido de la DEA”, comenta Esquivel. 

Una de las funciones del broker es enviar el dinero de la venta a México. Por lo regular, el broker se queda con el 10% del total de la venta. Este, a su vez, cuenta con otros ayudantes con cuentas bancarias en donde van depositando un máximo de 10 mil dólares en cada cuenta, la cantidad límite permitida por el Departamento del Tesoro para depósitos en efectivo en un banco de Estados Unidos. 

Para “bajar el dinero” de las distintas urbes americanas hasta la frontera con México, por lo regular se contrata a mujeres que pueden pasar de manera insospechada por todos los controles entre estados: anglosajonas, rubias, con hijos pequeños, que manejan una minivan: una mujer americana clase media. 

“En la mente de las autoridades […] casi es un mito que una anglosajona sea parte del engranaje de las operaciones de los narcos. La conclusión, claro está, tiene tintes de racismo, ignorancia y hasta de incompetencia”, señala Esquivel. 

La corrupción en las agencias federales es una las causas por las cuales la droga llega sin ningún problema a todos los puntos. 

Juan Carlos Reyna, autor del libro El Extraditado: Benjamín Arellano Félix (Grijalbo, 2014) asegura que su momento de más poderío, el Cártel de Tijuana tenía decenas de redes y empresas en todo Estados Unidos como ahora las tiene el Cártel de Sinaloa.

“El poder económico influye en el poder político. Qué quiero decir con esto: que si los Arellano Félix pudieron traficar con drogas en Estados Unidos no se debió a que fueran particularmente astutos sino porque tenían compradas a las autoridades norteamericanas”, asegura. “Hay expedientes, archivos legales con pruebas de que en la nómina del Cártel de Tijuana, por ejemplo, había miembros de todas las agencias federales norteamericanas”. 

Sin embargo, Esquivel asegura que esta complicidad o corrupción se ha dado a nivel individual, no institucional: policías locales que transportaban cocaína en sus patrullas, agentes acusados de robar marihuana confiscada a pandilleros, agentes encubiertos de la DEA detenidos por vender información de operativos federales a los traficantes, policías de condados ofreciendo protección a los narcos locales, etc. 

¿Cuánto puede ganar un bróker al año? Fuentes consultadas por Esquivel aseguran que es casi imposible precisarlo, pero da un par de cifras: uno o dos millones de dólares al año. Muchos menos de lo que gana un narco mexicano en el mismo periodo de tiempo. 

Sin embargo, hay otra desventaja para los narcos gringos con respecto a sus pares mexicanos: al caer en manos de las autoridades (y tarde o temprano todos caen) se les confisca absolutamente todo lo que tienen: dinero, propiedades, joyas, obras de arte, tanto al broker como a su familia. En México, en cambio, la fortuna de los capos permanece intacta en manos de herederos que alargan de esa manera la vida del cártel.

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