SAN JAVIER DE ARRIBA, Sinaloa.- Aquí, en la cresta misma de la Sierra Madre Occidental, en los límites con Chihuahua.
En una de las dos Sinaloas, la oscura, la del estigma, la que lastima y se rechaza, en la de la subcultura del narcotráfico y la violencia, el Ejército Mexicano abre sus trabajos a la sociedad y llevó a cabo la fumigación, quema y destrucción de una secadera, seis plantíos de marihuana y 14 fumigaciones. En ocasiones son hasta 50 sembradíos.
El mal llamado “Triángulo Dorado” ya no es tan inescrutable, ya no se ve tan imposible, y en un operativo culminante de casi siete horas por tierra y aire, asesta un nuevo golpe a las finanzas del tráfico del enervante, cuyo cultivo inicia a 400 pesos el kilógramo arriba, en la sierra, y conforme desciende de la montaña se va incrementando, hasta rebasar los mil pesos ya en zonas urbanas.
Este es otro flanco del combate a la delincuencia organizada, es otro de tantos más, y mientras en Badiraguato se refuerza la vigilancia con 2 mil efectivos adicionales ante los últimos acontecimientos violentos y ante la próxima temporada de siembra de marihuana y amapola, el operativo para intervenir los sembradíos de San Javier de Arriba comienza de muy temprano, a más de mil metros sobre el nivel del mar.
La última etapa de este operativo ha sido de dos días para la erradicación de los enervantes en medio de la inmensa serranía. La misión parecía imposible, pero avanza a golpe de sol, yerba y sudor. La consigna militar se mantiene inamovible: “No importa donde se escondan, hasta ahí iremos, y tarde o temprano caerán, como los que los han antecedido”.
–Si ellos siembran marihuana o amapola, nuestros helicópteros vendrán a sembrar soldados— Sentencia uno de los altos mandos a cargo de la incursión inserta en el programa permanente que lleva a cabo la Secretaría de la Defensa Nacional (SDN), este mal que invade el estado, que avergüenza a la otra Sinaloa, la productiva, trabajadora, la que realiza sus actividades en la legalidad, en la ciudad, donde termina la montaña y comienzan las zonas urbanas.
El Teniente Coronel de Caballería Diplomado de Estado Mayor, Feliciano Moreno Michaca, subjefe de Estado Mayor de la Novena Zona Militar, marcha a la cabeza del operativo, iniciado, planeado, casi dos meses atrás, desde principios de agosto, con los trabajos de reconocimiento sobre el área a intervenir.
Como “escudos humanos” sembradores cubren plantíos
A partir de las 9:00 horas –tiempo local–, mandos, tropa y enviados especiales abandonan la 9ª. Zona Militar de Culiacán, al mando del General Rogelio Terán, para dirigirse a las instalaciones de “San José del Llano”, la Base de Operaciones Aéreas (BOA), donde encargados y pilotos y oficiales mecánicos de los escuadrones aéreos de las Fuerzas Armadas, con base en Santa Lucía y en la BAM número 5 de esta localidad, aguardan para dar las últimas instrucciones, y abordar las aeronaves participantes.
Todo está en orden. El Mayor Miguel Ángel Rodríguez, discreto, a distancia, no pierde de vista al grupo y la atención correcta de las indicaciones superiores. El Comandante de la Base, Omar Álvarez, y sus subalternos dan sus respectivas partes, “sin novedad”, y garantizan al máximo la seguridad de todos los participantes que se adentrarán en la zona montañosa de la Sierra, que colinda en el norte de Sinaloa, con los límites de Chihuahua.
Antes de iniciar los vuelos, una vez más se advierten de las nuevas técnicas de las familias de campesinos encargados de cuidar los sembradíos de enervantes para el narco. “Hombres, señoras y niños, se meten a los plantíos, se acuestan sobre de ellos o se amarran a los árboles, para impedir que los helicópteros del Ejecito los fumiguen.
O apedrean las aeronaves con sondas, o apresuran la cosecha de la siembra, cuando se enteran que han sido descubiertos por las Fuerzas Armadas. “Se ha llegado a escuchar disparos que pasan cerca de los helicópteros”, agregan los mandos militares. Piden a los pilotos y a los soldados de tierra que eviten a toda costa el riesgo de enfrentamientos y respeten los derechos humanos de las familias de campesinos. “Ellos no son el enemigo, solo son utilizados por éste, aprovechando sus necesidades”, estiman.
Unos en el amplio y “amado” Helicóptero MI-17, otros en el fumigador Bell-407, y dos más en el “escolta” Bell-206, parten al punto objetivo. Durante el vuelo, los vigías artilleros, como de piedra, no separan el índice de la ametralladora, en resguardo de todos los pasajeros.
El aterrizaje se lleva a cabo en la cima de San Javier de Arriba. Hay toda una hectárea de plantas de cannabis, miden casi un metro de altura, aunque en otros plantíos hay de casi 1.80. En el horizonte se ve como un fondo gris, recortado por los picos geográficos de las montañas que marcan la cresta de la Sierra Madre, pero más de cerca sobre sus laderas y peñascos ya se observa el rojo intenso de la amapola para la próxima temporada del cultivo.
“No se acaba de terminar la cosecha de la marihuana, cuando ya comienzan a preparar la tierra para el temporada del otoño e invierno, más propicia para cultivar la amapola”, explica el comandante de la 9ª. Zona Militar en Culiacán, General de Brigada, Rogelio Terán Contreras.
Desde el aire y a ras de sierra se huelen la yerba y la quema
Desde el MI-17 se hacen dos maniobras de reconocimiento a vuelo bajo. Se siente que el verde de las montañas casi rosa la aeronave, el olor a cannabis fresca llega a sus ocupantes. Por momentos se confunde con el aroma de yerba quemada por las incineraciones que parecen pequeñas fogatas y columnas de humo blanco sobre las faldas y cimas de los cerros.
Muchos soldados fueron desplegados desde agosto, para vigilar los plantíos, en lo que llegaban las aeronaves fumigadoras. Cumplido los tiempos, ahora, los dos helicópteros Bell de las Fuerzas Armadas hicieron su trabajo en dos tiempos, para recargar agua y disolverla con los químicos que fueron regados en 14 sembradíos en un tiempo de casi cuatro horas.
Las tropas de tierra, hicieron lo propio incinerando seis plantíos de la droga y arrancando de raíz las plantas. A eso de las 16:40 horas, comenzó el regreso a la 9ª Zona Militar.
Sí, el mal llamado “Triángulo Dorado”, refugio y cuna de los Guzmán Loera, “El Mayo” Zambada, Juan José Esparragoza “El Azul”, Rafael Caro Quintero, ya no se ve tan imposible de tratar. También ahí se ocultaron los hermanos Beltrán Leyva, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo.
Fueron las policías estadounidenses, incluso la PGR lo que acuñaron el nombre. “Para nosotros no existe”, simplemente es un polígono con un problema social a combatir”, refiere el Coronel de Caballería Diplomado del Estado Mayor, Juan Martín Reyes.
El “triángulo” de la ilegalidad ya no es tan impenetrable
El Triángulo cobró suma importancia, después de la caía de los cárteles colombianos en la década de los noventas, estableciéndose, ocultando sus actividades ilícitas los capos mexicanos en la Sierra Madre Occidental, gracias a su clima y accidentada geografía, y convirtiéndose en uno de los mayores laboratorios de drogas sintéticas, incluso a nivel internacional.
Empero, la mayoría de los sinaloenses no se sienten orgullosos de ello, incluso rechazan el estigma que les ha creado el problema de la subcultura del narcotráfico y la violencia “Son dos Sinaloas diferentes, pero también está la que casi no se conoce, la productiva, la de trabajo”, dicen.
Para atender el problema, el Teniente Coronel de Caballería Diplomado de Estado Mayor, Feliciano Moreno Michaca, subjefe del Estado Mayor de la Novena Zona Militar refiere:
“Tenemos registradas una estadísticas de los lugares donde se presenta mayor incidencia de siembra de enervantes. Independientemente de esto, también llevamos un programa de reconocimientos aéreos que nos permite ubicar cada uno de los plantíos que se encuentran dentro de los diferentes sectores que comprenden la Novena Zona Militar”.
Después de esto, precisa, se procede a hacer un plan en donde se determina la cantidad de tropas que vamos a emplear para llevar a cabo la erradicación. La cantidad de recursos humanos y materiales, depende del tiempo en que se quiera llevar a cabo la erradicación y la importancia de las áreas de incidencia.
Se pueden destinar medios aéreos, tropas terrestres y se agiliza el trámite de instrucción. Una aeronave está en condiciones de destruir hasta 50 plantíos por día si así se programa.
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