Las masacres de los Caballeros Templarios a sus victimas, Corazónes y sangre para sus Sicarios

Apatzingán,Michoacán.– Un Caballero Templario arrebató a Cruz Emmanuel de los brazos de su madre.

 Lo tomó por los tobillos y caminó hacia un grueso árbol con la mirada y las súplicas de María Loya, la madre del pequeño de tres meses de edad, sobre su espalda. La noche del 26 de agosto de 2013 en el ejido Las Mujeres era una maraña de llantos y gemidos.

Horas atrás, un grupo de pistoleros asaltó una casa de adobe y lámina al lado del camino que lleva hacia El Tuerto. Derribaron la puerta y voltearon el lugar en busca de cada ser humano. Encontraron 13 relacionados entre sí por el matrimonio de Víctor Cortés Silva y Alicia Torres Marín.


Los enjuiciaron de manera sumarísima. Algo balbucearon los adultos con los ojos abiertos como de venados ante la luz de la lámpara que precede el fuego de la escopeta.

La familia trabajaba en la huerta de limones propiedad de un hombre de apellido Méndez, pariente lejano, pero al fin pariente de José Jesús Méndez Vargas, El Chango Méndez, “el traidor” que pretendió pactar con Los Zetas la aniquilación de La Familia Michoacana.

Las pruebas acusatorias eran irrefutables desde la perspectiva de los Caballeros Templarios de Michoacán, los mismos que presumían un juramento de protección a los niños, las mujeres y los ancianos.

Los asesinos establecieron que la responsabilidad recaía en las 13 personas, desde Cruz Emmanuel, de tres meses de edad, hasta Felipe Cázares González, de 73 años.

Asesinaron a Víctor Cortés en la misma casa y subieron al muerto y los vivos a las camionetas, donde iban prisioneros otros tres hombres. Uno de ellos, bocabajo y con las manos atadas, calculó por el tiempo y la consistencia del camino que cruzaban el puente de piedra y rodeaban hacia arriba un cerro pequeño y puntiagudo que parece un chipote.

Detuvieron el convoy en una parcela del ejido Las Mujeres. Era domingo 26 de agosto y, apenas el miércoles anterior la Luna fue llena, así que las sombras de los asesinos y la fila de sus víctimas cubrían los terrones de la tierra preparada para recibir maíz.

La vehemencia de la súplica del rehén que seguía el camino con los golpes de su cuerpo en el casco metálico de la camioneta ocasionó que los pistoleros le prestaran atención. Algo dijo de manera correcta que hizo concluir a los Templarios que estaban por matar a la persona incorrecta, pero no lo liberaron, no hasta después de que se apagó el último grito en la Tierra Caliente.

Uno de los hombres de Nazario Moreno, El Más Loco, líder de los Templarios, despojó a Diana Lizbeth Jaimes, de 19 años de edad, de su pequeño hijo, Jorge Luis Carranza.

Los hombres ataron las manos del niño de año y medio de edad por la espalda y empujaron sus hombros hacia abajo, hasta arrodillarlo. Alguien colocó un arma de fuego sobre su nuca. Víctor Manuel Cortés Torres, también sujeto de los brazos, escuchó el disparo sobre su hijo y luego el aullido de su mujer. 

0 comentarios:

Publicar un comentario