Pablo Escobar vs. ‘el Chapo’ Guzmán

BOGOTÁ: Con la captura del capo mexicano Joaquín Chapo Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, se dio un fenómeno singular: en muchos países del mundo al publicar la noticia lo comparaban con el capo de las drogas colombiano Pablo Escobar. El diario El Clarín de Argentina incluso tituló: ‘Capturaron al Pablo Emilio Escobar Gaviria mexicano’.


Su detención ha dado lugar a un debate de cuál de los dos era más poderoso. “El Chapo, si lo vas a comparar con alguien de Colombia, es más grande que Escobar”, dijo en una entrevista radial Phil Jordan, un polémico exagente de la DEA en Texas.

¿Son de verdad historias paralelas? ¿Qué tan parecidos son? ¿Alguno fue más poderoso que el otro?

Es fácil caer en la tentación de compararlos. Los dos se convirtieron en la cabeza visible del cartel de drogas que, en su momento, inundó de cocaína las calles de Estados Unidos. Los dos han sido incluidos en la lista de los más ricos de la revista Forbes. Y los dos recurrieron a métodos ingeniosos para introducir la droga en la tierra del tío Sam.

El Chapo, por ejemplo, es legendario por mandar la cocaína a través de túneles con paredes de concreto que van de México a Estados Unidos. Pero también lo intentó con aviones ultraligeros, con el antiguo método de las catapultas y por los ductos de los desagües de los ríos. 

Pablo Escobar, por su parte, utilizó llantas de aviones de repuesto que supuestamente iban a ser reparadas en Miami, hizo buenas migas con agentes corruptos en países como Cuba y Nicaragua donde la droga hacía escala y contrató a buzos expertos para camuflar los cargamentos debajo de embarcaciones, entre otras tácticas.

Y eso no es todo. Ambos se fugaron de la cárcel y por eso construyeron alrededor de ellos una leyenda de invencibles. Al Chapo Guzmán lo capturaron en Guatemala en 1993 y estuvo en una cárcel de máxima seguridad hasta 2001, cuando se fugó, según la versión oficial, en un carrito de lavandería.

Los dos, Escobar y Chapo, se enfrascaron en las más sangrientas guerras contra carteles rivales hasta lograr ser el más poderoso del mundo en el momento de su existencia. 

Escobar, el cartel de Medellín, contra el de Cali. Y Chapo, el de Sinaloa, primero contra los de Tijuana, luego contra los Beltrán Leyva y ahora contra los Zetas. Los dos tenían un gran arraigo por sus regiones de origen –Antioquia y Sinaloa–, en ellas eran vistos como benefactores, y fue finalmente allí donde los atraparon.

Pero al leer la letra menuda hay significativas diferencias entre ambos. La DEA, por ejemplo, acusaba a la organización de Pablo Escobar de introducir el 80 por ciento de la cocaína en Estados Unidos, era prácticamente el amo y señor del negocio. Mientras que la guerra de carteles en México ha sido tan cruenta, que al grupo del Chapo se le endilga solo una cuarta parte del total de narcóticos que consumen los gringos.

Esa diferencia en el poder incluso se refleja también en el famoso ranking ya mencionado de la revista Forbes. Esa clasificación, que si bien es caprichosa tratándose de narcos, mostró que la percepción sobre el poder económico de ambos era distinta. 

Mientras a Pablo Escobar, Forbes en su primera lista de ‘billonarios’ del mundo lo ubicó en el puesto 14 con 3.000 millones de dólares, el Chapo llegó a esa lista en 2009 en el puesto 701 con 1.000 millones de dólares.

En cuanto a la violencia que desataron, si bien a cada país lo cubrieron de sangre, y sería un error decir que una ha sido peor que la otra, la situación de Colombia llegó a ser más crítica: pues mientras la tasa de homicidios en México en el año más violento (2012) ha llegado a 22 por cada 100.000 habitantes, en Colombia, en 1992, la tasa llegó a 77.

Y si se revisa en detalle lo que fue la fuga de la cárcel de cada uno de ellos, deja de ser un elemento común y se convierte en una enorme diferencia si se tiene en cuenta que mientras Escobar se mandó a construir la cárcel a su gusto, para él solo, decidió cuándo se entregaba y se escapó de ella en el primer momento en que lo necesitó, en el caso del mexicano tuvo que someterse a una prisión de máxima seguridad, como cualquier otra, y apenas pudo fugarse ocho años después.

Pero más allá de las apariencias, la diferencia sustancial de esas dos ‘vidas paralelas’ es el papel que cada uno ha tenido en la historia: “Pablo Escobar fue mucho más significativo en la historia de Colombia. Chapo es uno más de un puñado de idiotas”, le dijo a esta revista un agente retirado que ha combatido los carteles en los dos países. “Pablo Escobar ya pasó a la historia como un símbolo global del mal. Chapo Guzmán es uno más del negocio de la droga que pronto va a ser reemplazado”.

Escobar estuvo en guerra contra el Estado desde 1984 hasta 1993 (cuando murió) y cambió la historia de Medellín y de Colombia. “Fue un hombre que prácticamente no dejó gobernar a tres presidentes seguidos”, decía la revista SEMANA en ese entonces. “Su poder de intimidación alcanzó su más alto nivel cuando arrodilló al país y a la Constituyente para eliminar la extradición”.

Escobar, en su afán de tomarse el poder, quiso acabar con las instituciones. Mandó a matar ministros, candidatos presidenciales, jueces, periodistas y pagaba dinero por cada policía que cualquier sicario asesinara. En esa cadena de terror no le importó ponerle una bomba a un avión lleno de pasajeros o a un centro comercial también ocupado por civiles inocentes.

El Chapo Guzmán, por su parte, tiene también sus muertos a cuestas pero la mayoría por la guerra entre carteles por el control del negocio. De hecho, se ha dedicado más al soborno –a comprar todo tipo de agentes del Estado– que al plomo.

Finalmente, también es muy distinto lo que cada uno de ellos ha simbolizado para el negocio. Mientras Escobar puede ser considerado el precursor del contrabando de coca a gran escala, el Chapo es uno más de los muchos que han seguido la ruta que el primero abrió. 

Escobar, a miles de kilómetros de distancia de Estados Unidos, ideó el comercio de la coca y el Chapo, que creció cerca de la frontera en una familia de traficantes de marihuana, lo que hizo fue aprovechar su cuarto de hora y llenar un vacío de poder de los carteles.

Lo que llama la atención es que el Chapo llegó al curubito gracias a que los capos de los carteles rivales iban cayendo como fichas de dominó en manos de las autoridades (y uno cuantos muertos). 

Primero fue el cartel de Guadalajara, el de los Arellano Félix, lo mismo ocurrió con el clan de Amado Carrillo Fuentes, más conocido como el Señor de los cielos, luego el turno fue para el cartel de Tijuana (de los Arellano Félix) y finalmente el cartel de los Beltrán Leyva. Algunos de ellos acusaron al Chapo de haberlos entregado a las autoridades.

Luego de sacar del camino a todos ellos, los grandes enemigos que le quedaban al cartel del Chapo, el de Sinaloa, eran los Zetas (al que también le han capturado algunos de sus jefes) aliados con el cartel del Golfo.

El hecho de que las autoridades no pudieran dar con el paradero del Chapo Guzmán durante 13 años, mientras muchos de sus rivales caían en prisión, ayudó a crear la leyenda. 

En Chicago, donde llegaba buena parte de la droga enviada por él, lo declararon el ‘enemigo público número uno, algo que no ocurría desde la época de Al Capone. La DEA, a su vez, lo señaló como el hombre más buscado por Estados Unidos. Y hay agentes que lo denominaron el “Osama Bin Laden del narcotráfico”.

En eso, sin duda, sí se parecieron Escobar y el Chapo: en que eran muy escurridizos.

Y también en que los dos, al final, a pesar de haber sido declarados los criminales más poderosos del mundo en su momento, terminaron atrapados en una casa o en un apartamento, escondiéndose de las autoridades y sin poder disfrutar de lujo ni poder alguno.

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