El pasado 20 de febrero Alfredo Ríos, El Komander, se presentó en Monterrey ante unos diez mil asistentes.
No fue el primero en salir al escenario, ya que la Banda Tierra Regia fungió como telonera. Yo había llegado una hora antes del evento, y esperaba en uno de los camerinos mi oportunidad para entrevistarme con El Wiko, como también es conocido, mientras veía que el área reservada para los artistas y la prensa se llenaba de elementos de la Fuerza Regia y el Ejército.
No me pareció fuera de lugar ni nada por el estilo, ya que los eventos masivos así son cubiertos con operativos de seguridad de este tipo. Nomás por ser El Komander, pienso refiriéndome a su primer éxito "Nomás por ser sinaloense", en donde un tránsito gringo detiene a un vato pa preguntarle cómo le hizo pa comprarse un carro del año.
Los eventos masivos deben ser resguardados así; supongo que a Luis Miguel deben de resguardarlo igual. Y no sólo por los artistas, sino también por el público, que es quien paga y hace posible la escena musical.
Durante la espera, estuve acompañado por la tropa de los ayudantes multiusos y el equipo de venta de souvenirs que se la fleta durante las presentaciones de la gira Detrás del miedo 2014. Aproveché para preguntar cómo era el jefe, a lo que los plebes respondieron que "a todo dar", que es "la estrella pero es banda". Abrieron una hielera y nos ofrecieron cerveza a los fotógrafos que me acompañaban y a mí. Bromeamos sobre la chinga que es jalar y cargar todo tipo de cosas, moverse en las carreteras de madrugada, instalar todo y desinstalarlo en esa misma noche. La mayoría eran chavos de Sinaloa, honestos y con un chingo de gracia para el albur. Me había tomado un par de cervezas cuando me pidieron que nos moviéramos a otro cuarto exclusivo para prensa.
Mientras la Banda Tierra Regia hacía lo suyo, El Komander apareció custodiado por elementos de su seguridad personal. Había llegado el momento de tomarse fotografías con sus fanáticos, en su mayoría muchachonas y muchachitas, y charlar brevemente con la prensa que había tenido acceso. Apenas entró, las televisoras locales se le echaron encima dejándonos a todos los demás detrás, como sus guaruras. El procedimiento con las fanáticas enloquecidas era dejarlas entrar en pequeños grupos, todas con celular en mano, listas para la foto en conjunto y pedir su selfie con Alfredo. Estábamos presenciando la era de la selfie con El Komander. Incluso, recientemente, Alfredo Ríos pidió que compartieran sus selfies con él en sus redes sociales. Esa noche, nosotros apenas pudimos saludarnos y cruzar un par de frases. Todos sentían esa cosquilla por levantar el brazo y hacerse un autorretrato con su ídolo. Alfredo sonreía, trataba de cumplir con todas y todos, respondía una pregunta de la prensa, volvía a sonreír, se carcajeaba, entraban y salían fanáticos como reporteros y camarógrafos por igual. De fotógrafos ni hablo, ahí todos parecían cumplir esa función. Excepto, claro, de mis fotógrafos que se les durmió el gallo cuando conversé con Alfredo.
Carrera.
Quien ha visto los videoclips de El Komander sabe que retratan la fiesta excesiva que se vive entre la raza que gustamos del género híbrido entre norteño, banda y corrido. No por nada, Alfredo Ríos abanderó desde el inicio el Movimiento Alterado. "Y arremangado", como agregaba en ese tiempo en sus grabaciones y videos. El Movimiento Alterado vino a refrescar la forma de contar los sucesos de las calles de México, especialmente lo que ocurría en las del norte y en la frontera, tomando la tradición del corrido tradicional pero revolcándolo en declaraciones de drogas, fiestas, nuevos pistoleros y una violencia de película. Actualmente El Komander aunque no se deslinda del Movimiento Alterado, habla de una nueva etapa en su carrera donde lo que predomina son los corridos de desamor, las baladas norteñas y otras canciones que retraten momentos más personales de la misma fiesta y de las situaciones que vive cualquiera.
En sus letras, Alfredo Ríos ha contado historias que flotan en el ambiente de la tradición popular y otras veces de anécdotas en primera persona para crear, con valores regionales y mitológicos como el honor o las creencias religiosas, un espacio narrativo y de cuestionamiento. Narrativo porque son historias que de otra forma sólo serían dadas a conocer sesgadamente en los medios de comunicación o en las declaraciones periciales. De cuestionamiento porque abre un debate sobre nuestra realidad por medio de una creación artística como la música. ¿Qué así no son las películas de nazis que hablan del holocausto? ¿No será esta nuestra propia Guerra Mundial pero a la mexicana y nos queremos amparar satanizando las creaciones artísticas como la música tradicional fingiendo que ésta hubieran sido antes que la vida misma, que la vida misma en México? Yo estoy de acuerdo con Élmer Mendoza, autor sinaloense de novelas policíacas, que el corrido es desendiente directo de los romances en los cuales se contaba quién mató a quién, quién le bajó la novia a quién, quién hizo tal hazaña.
Alfredo Ríos niega que las canciones que compone y canta se traten de "narcocorridos", argumentando que son "corridos y ya", porque si así fuera a todo habría que ponerle el prefijo de "narco". Esa fama justamente hizo que en 2013 y 2014 fueran canceladas sus presentaciones en ciudades como Tijuana o Puebla. El gobierno de Morelos lo acusó de "hacer apología del delito". Las supuestas buenas consciencias hablan de su mala influencia. ¿Pero qué es una mala influencia teniendo el gobierno que tenemos donde la impunidad reina y es la comedia mexicana a nivel internacional? ¿A quién se le ocurrió decir que los corridos son los verdaderos generadores de violencia? ¿No es una idea política fallida y que ya cae en un chiste sin gracia y que no lleva a ningún lado?
Hay que analizar cómo son vistos los corridos del Movimiento Alterado en México, en ciudades golpeadas por balaceras y por diversos cuerpos de policía y el ejército mismo, donde encuentro una visión sesgada de la interpretación del fenómeno. Sabemos que habitamos y formamos parte de un estado corrupto en donde es más fácil achacar el crecimiento de violencia a un producto artístico que a las propias cabezas de gobierno encargadas de resolverlo. Jorge Hernández, vocal y acordeonista de Los Tigres del Norte, dijo alguna vez en entrevista que él dejaba de hablar de esas historias cuando el gobierno las haya resuelto. Nosotros debemos exigir cuentas a los mandos de seguridad por su rollo doblemoralino de acusación-extorsión al perseguir a quien escucha corridos, en lugar de resolver el problema de fondo. Y no la forma. ¿Qué estoy diciendo? El fondo es lo que sucede. La forma es la música que es en sí misma una interpretación de los hechos. Debería perseguirse el meollo del asunto y no a los músicos, ni a los periodistas, ni a cualquiera que hable del problema de una manera o de otra. Los ciudadanos somos quienes quedamos más vulnerables en medio de un combate mortal entre fuerzas contrarias.
¿Para qué censurar la narcopolítica si podemos censurar los narcocorridos?, pregunto esto haciendo eco a Luis Chaparro en su crónica de 2013 sobre un concierto de El Komander en Ciudad Juárez. ¿Alguien cree que censurando una tradición regional como el corrido en un mundo (porque ya no es sólo el país, el continente o un problema de vecinos) sostenido por la corrupción, el asunto de la violencia se acabará? ¿Cómo van a entender lo que ocurre en el país si se ve y escucha a los nuevos corridos con estigma, censurándolos, acallándolos? Hasta Peña Nieto tiene su corrido. Y seguro pronto tendrá más... pues es un personaje que ocupa una posición que beneficia a unos cuantos y agrede por completo al país.
Volvamos al concierto. Lo cierto es que durante las dos horas y fracción que duró su show, El Komander apenas cantó dos o tres corridos sobre mafias. La mayoría de su repertorio transita entre los temas del desamor, la fiesta, la borrachera, las drogas (como la coca y la mota que son igualmente populares en tele y cine), el amor obstinado, las mandas religiosas, la lealtad y la camaradería. Canciones arremangadas y románticas pues. No quiero decir que no cante historias de traficantes, pistoleros y antihéroes. Por supuesto que no, si fuera así no tendría caso que El Komander cantara dentro del género regional que en su historia misma ha mutado en diversas corrientes desde la revolución, el trasiego de alcohol durante la ley seca en Estados Unidos, hasta las líneas actuales a partir la Guerra contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón, pasando por la época dorada del corrido tradicional y conjuntos norteños y gruperos cuando Monterrey tuvo el cetro del género musical por décadas donde los temas principales eran la lealtad y el amor.
Afuera, una vez terminado el concierto, nos enteramos que en las redes sociales y los medios de comunicación se hablaba de una balacera frente al recinto y del hallazgo de un vehículo que contenía dos cadáveres, uno de los cuales estaba decapitado. Las noticias cruzaron el país, las mezclaron, le quitaron, le pusieron historia, y nos asesinaron a más de los diez mil asistentes. Y nomás por ser El Komander (lo digo porque noticias de este tipo son moneda corriente en Monterrey). Hicieron memes. Sembraron semillas. Y todos se fueron a otra cosa. Como sucede en las noticias actualemente: todo se vuelve un meme y después de ser compartido determinado número de veces el tema se olvida.
Días después, Twiins Music Group, empresa que representa a Alfredo Ríos, se deslindaron tanto ellos como el cantante de estas historias. Mismas que ahora pueden ser leídas y cuestionadas. La balacera, dicen las notas periodísticas, fue un asalto dentro de un restaurante de tacos. La historia del decapitado, aunque parece sembrada para causar conmosión al cantante y el público (tanto fanáticos como detractores), se resolvió porque agarraron a los responsables que dicen haber dejado los cuerpos para hacerse publicidad como pandilla. Es lo de siempre. Tanto Gobierno como medios de información prefieren crear barullo alrededor de una figura que ha sido satanizada que resolver los crímenes que se comenten en sus tiempos gubernamentales. Me acuerdo cuando al inicio del milenio vino Marilyn Manson y había manifestaciones para que cancelaran el concierto. Los grupos religiosos creían que Marilyn Manson volvería a Monterrey la ciudad del anticristo.
Creo que tendríamos que repensar cómo vemos todo el arte y la música en particular frente a hechos sociales como los que vive México. Criminalizar las historias que se cuentan mediante la ficción (porque eso es la música, el cine, las telenovelas, la literatura, son una representación de la realidad) no ayudan a que avance un país. Criminalizarlas muy apenas medio echa el polvo debajo del tapate. Y ahí sigue la basura, compas.
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