La tarde del miércoles 16 de diciembre de 2009, un comando de las Fuerzas Especiales de la Marina-Armada de México.
Llevó a cabo un operativo en un departamento de Cuernavaca en el que, luego de un intenso enfrentamiento, fue muerto a tiros el entonces delincuente más buscado de México, Arturo Beltrán Leyva, que dos días antes había escapado de una fiesta en Tepoztlán, Morelos.
El jefe del cártel de los Beltrán Leyva, con los Zetas el más sanguinario, había muerto como vivió: a tiros.
La noticia de su muerte dio la vuelta al mundo, pero la de un tercer maestre de esas fuerzas especiales, Melquisedec Angulo Córdova, caído en el enfrentamiento, solo se supo cuando su familiafue ejecutada por un brazo armado de Beltrán Leyva.
El joven marino fue identificado cuando se informó de sus funerales, en Paraíso, Tabasco. Esa misma noche, otro comando de los Beltrán, llegó a la casa familiar y mientras dormían, ejecutó a la mamá y a dos hermanos de Melquisedec.
Desde entonces, los funerales, así como los honores y los reconocimientos a los elementos de las fuerzas federales caídos en enfrentamientos con los delincuentes, son en el más absoluto de los secretos, guardando siempre y para siempre los nombres a fin de evitar las represalias a sus deudos.
Por eso causó indignación y preocupación en los altos mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional, el comunicado que la Comisión Permanente publicó el pasado día diez, detallando los ascensos otorgados post mortem a nueve militares caídos en el cumplimiento de su deber, ocho en Jalisco, el 1 de mayo, cuando un helicóptero de la FAM fue derribado por un cohete lanzado por integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación, y sus nombres completos, identificación que pone en riesgo a sus familias.
No sé cuál habrá sido el reclamo directo del alto mando de la Sedena a quien preside el Senado, Miguel Barbosa, pero si hay un sentimiento tocado profundamente.
Los funerales de las víctimas del enfrentamiento en Jalisco, en el Campo Militar Número Uno, con la asistencia del Presidente de la República, fueron a puerta cerrada, ni siquiera permitieron el acceso a Cepropie, la productora de Los Pinos, y en las tomas de los camarógrafos de la Sedena no apareció un solo rostro. El material fue cuidadosamente editado y distribuido por ellos mismos para proteger a las familias.
¡Y los idiotas de la Permanente salen con su plena identificación!
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