Como quemaron a los 43 estudiantes a 1600 grados centigrados

Un lugar de difícil acceso, a casi 20 metros de profundidad, donde los criminales incineraron durante 15 horas a los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Cocula, Guerrero
Es un vuelo virtual, con imágenes de satélite, desde Cocula hasta el basurero municipal, distante a más de hora y media por carretera y brecha de terracería.

Ahí, en ese tiradero, los criminales incineraron durante 15 horas a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, después de que los secuestraron la noche del 26 de septiembre de 2014.

Los delincuentes bajaron como bultos, uno a uno, los cadáveres de 28 normalistas que habían sido transportados desde Iguala en una camioneta de redilas, en la cual murieron asfixiados, aplastados por sí mismos durante el largo trayecto, según confesaron sus captores.


Es el basurero de Cocula, donde los 15 muchachos que llegaron vivos fueron asesinados a balazos por un sicario apodado El Cepillo y sus testaferros. Es el tiradero de ese municipio, una hondonada de 800 metros cuadrados, un cráter de 40 metros de profundidad. Desde el borde de la hondura, para llegar al fondo tiradero, hay que descender casi 20 metros, en una pendiente de 60 grados de inclinación. Ahí fueron quemados, hasta carbonizarlos, los cuerpos de los 43.

Descendiendo a partir de la cima, los primeros metros del lugar están llenos de basura, de toneladas de desperdicios. Al observar desde el aire la oquedad, que parece una cacerola, se aprecia que es muy grande: tiene 120.8 metros de ancho. Entre los puntos más cercanos, hay 114.1 metros de distancia.

Vista la cavidad desde la cámara satelital, en el fondo del primer descanso del barranco se aprecia una gran mancha oscura que contrasta con la claridad del terreno y los múltiples colores de desperdicios esparcidos ahí. Es una tétrica mancha negra. Un espacio de 140 metros cuadrados (poco menos que el tamaño de una cancha de volibol). De acuerdo con las investigaciones de la PGR, justo ahí ardieron los cadáveres de los normalistas ante la mirada impertérrita de los criminales que les prendieron fuego.

¿Cómo sucedió? Los sicarios colocaron una enorme cama de llantas de varios pisos, como si se tratara de la base de una de una gigantesca pira. La rellenaron con troncos, ramas y plástico para que el fuego ardiera con mayor intensidad. Los peritos argentinos, que fueron los primeros en trabajar en la escena del crimen días después, hallaron alambres calcinados de los neumáticos.

Arriba de las llantas, los delincuentes acomodaron en fila los restos de ocho estudiantes. Encima de éstos, colocaron otra hilera con los cuerpos cruzados de cinco jóvenes más, como si se tratara de troncos sobre troncos asentados en una chimenea que está a punto de ser encendida. Así continuaron, hasta que los jóvenes muertos quedaron colocados en ocho pisos.

Luego los rociaron con gasolina y diésel. Cuando el fuego empezaba a extinguirse, volvían a derramar combustible sobre la pira para que las llamas se avivaran de nuevo. El lugar ardió hasta mil 600 grados centígrados, de acuerdo con los peritajes realizados por la PGR y la UNAM. Los criminales se turnaban en el sitio para que el fuego no se apagara.

Fue tal la intensidad de las llamas en la base de la pira, que cambiaron la estructura del terreno, de las piedras calizas, de acuerdo con lo que se asienta en el expediente del caso: el impacto térmico sobre las rocas convirtió el carbonato de calcio en calcita. El caucho de las llantas se fusionó en las rocas.   

Al día siguiente, los sicarios trituraron con una barreta los restos calcinados más grandes, los recogieron con palas, y los despojos recolectados fueron arrojados al río San Juan en cinco bolsas de plástico. La corriente se llevó todas, salvo una, que recuperaron los investigadores de la PGR.

Fueron los peritos argentinos los que encontraron coincidencias con esos fragmentos, los del río, y los del basurero de Cocula. Y fueron ellos también, quienes escogieron 17 muestras para enviarlas a la Universidad de Innsbruck, donde semanas después fue reconocido el ADN del estudiante Alexander Mora, uno de los 43 desaparecidos. 

***
Se recorre la ruta desde Cocula hasta el tiradero. Al salir del poblado, se aprecian campos verdes y ocres llenos de sembradíos, pero conforme se avanza siguiendo la brecha de terracería, que va en ascenso, se mira el relieve topográfico y la vegetación semiárida por la que serpentea el camino hacia el basurero. Es una vía desolada, sin el menor rastro de viviendas, de población alguna.

La casa más cercana está a 8.1 kilómetros de distancia. Observe usted en el video el aislamiento, los pequeños montes y cerros que hay que bordear. Y mire usted la ubicación del remotísimo basurero de Cocula en medio de dos elevaciones, ese silencioso tiradero en el que, hace cuatro meses, los criminales construyeron una inmensa pira para calcinar los cuerpos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

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