Quedaron en reunirse en la gasolinera de la carretera que se encuentra frente al monumento a Simón Bolívar, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, para llevar el dinero de la maña a Monclova, pagar la droga que ya se había apalabrado y regresar con ella.
Eran más de 6 millones de dólares envueltos en bolsas de plástico, apilados, ocultos en un tráiler blanco y negro robado. “Si hay pedo”, lo pagarían con su vida, les habrían advertido los jefes de la “plaza” de Los Zetas, Miguel y Omar Treviño, quienes además, según el testigo protegido con nombre confidencial Martha, regentean las “plazas” de Zacatecas, Veracruz y Cancún, bajo el mando de Heriberto Lazcano, Z3, y Daniel Pérez Rojas, el Cachetes.
Los cinco batos, miembros de la banda de sicarios Los Pitufos, al servicio de los zetas, se comunicaron por Nextel y llegaron puntuales a la cita. Ya los esperaba el chofer del tráiler que habrían de custodiar, quien revisaba los niveles del vehículo y lo cargaba de diésel para la travesía. Todos iban pertrechados con sus Smiht and Wetsson calibre .40 con sus respectivos cargadores, dinero para gastos y una camioneta Silverado de doble cabina, azul marino, la misma que iría al frente del tractocamión.
El Pitufo mayor, Juan Carlos Villarreal Flores, dice Martha, era el encargado de transportar marihuana y cocaína desde cualquier punto del país hacia Nuevo Laredo, incluso de transportar dinero para la compra de la droga, desde 2002 en que llegó a esa “plaza” y trabajó inicialmente con Los Talibanes.
Seguro de lo que habla a cambio de ciertas prerrogativas, el testigo Martha como suele el gobierno ponerles nombre de mujer a los testigos protegidos –quien refiere haber pertenecido al grupo de los “L” y de haber sido el encargado de controlar a los Halcones de Miguel y Omar Treviño– dice que la mayoría de Los Pitufos se reunían para planear sus operaciones de narcotráfico en la gasolinera La Concordia, localizada en El Caballito, en Nuevo Laredo, cuna de Los Zetas.
Al chofer del tráiler, el sicario Carlos Alfonso Hernández, le dijo Villarreal que lo necesitaban para el operativo. “Me imaginé que eran Los Zetas, La Compañía, y yo le dije que sí, que me hablara. Me dijo que iba a llevar dinero a Monclova y que en el trayecto me iban a estar custodiando por aquello de los filtros; que me entregarían los papeles del pedimento aduanal con sellos oficiales de color rojo. ‘Cuidado y te quieres dar a la fuga con el dinero porque te encontramos hasta debajo de las piedras a ti y a tu familia, y te arreglamos tu asunto’, es decir, era una advertencia de que me matarían”, recuerda Carlos.
El 2 de abril de 2008, Los Pitufos tenían planeado salir de compras con 66 millones 29 mil 151 pesos, cuando a las 14:30 horas les cayó encima la milicia que patrullaba la ciudad como parte del operativo antidrogas Fuerza de Reacción, advertido por el dueño del tractocamión robado, quien se negó a identificarse ante los militares por temor a que lo ejecutaran Los Zetas.
Los sujetos, al sentir la presencia del personal militar, se pusieron notoriamente nerviosos, intercambiaron palabras y señales de advertencia, subieron los cristales del vehículo y arrancaron la camioneta.
“De inmediato les marcamos el alto y les ordenamos que se bajaran; el conductor bajó el cristal”, describen Carlos Alberto Tejeda González, Antelmo Reyes Fonseca y Abundio Cruz Cayetano, efectivos militares de la Secretaría de la Defensa Nacional, en su parte informativo integrado en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/138/2008.
?Por qué nos van a revisar, sólo estamos trabajando, nos vamos a quejar con derechos humanos –dijo uno de ellos.
?Insistimos en que se bajaran –dijeron los soldados.
El conductor calmó a sus compinches: “No la hagan de pedo, al parecer sí son militares. Aguanten, trataré e arreglar las cosas”.
Bajó del vehículo y se dirigió a los soldados.
?Cómo nos podemos arreglar para que no tengamos problemas, andamos armados por nuestra seguridad y no traemos licencia de portación. Qué tal 100 mil dólares y nos dejan ir.
Uno de los militares ordenó que todos se bajaran del automóvil y que no hicieran ningún movimiento. Fueron rodeados y encañonados José Alberto Martínez Medrano, Juan Eliseo Ramos Reséndez, Jaime Yaén Gómez Gutiérrez y Juan Carlos Flores Villarreal –Los Pitufos, una banda de sicarios al servicio de los zetas, describe el documento de la Procuraduría General de la República (PGR).
“Martínez Medrano era el jefe de la estaca, dice el reporte militar. Traía instrucciones del jefe de la plaza de que todo saliera bien. Nos dijo que lo pensáramos y que era capaz de darnos 1 millón de dólares para que los dejáramos ir, ya que cuando su jefe se enterara, no se la iban a acabar, que seguramente les darían piso, ya que iban por una mercancía que ya estaba arreglada. Se me acercó el sargento Cruz Cayetano para darme el parte de que ya había detenido al conductor del tráiler, Carlos Alfonso Hernández, quien se puso a llorar y dijo que traían unas maletas llenas de dólares, que las agarráramos y que los dejáramos ir, ya que con su vida pagarían el fracaso del operativo, como se lo había advertido un miembro importante de Los Zetas”.
Carlos insistía –continúa el reporte– en que nos quedáramos con las maletas, pero que lo dejáramos fugarse pues seguramente lo ejecutarían, por lo que procedimos a abrir las puertas del tractocamión con número económico 70153, tráiler donde efectivamente encontramos ocho maletas que contenían envoltorios en plástico que contenían dólares, que una vez sumadas resultaron ser 6 millones 110 mil 950 dólares americanos”.
Carlos Alfonso Hernández perteneció a la milicia, según el reporte mediante oficio número S-14540, del 22 de abril de 2008, suscrito por el primer agente de la Procuraduría de Justicia Militar: “En relación con su oficio número CGD/CCS/255/2008 del 16 del actual (…) se hace de su conocimiento que en los archivos de esta Secretaría de la Defensa Nacional sólo se encontraron antecedentes de Carlos Alfonso Hernández (matrícula C-2828156), quien el 16 de junio de 2001 causó baja como soldado de Zapadores del 3er. Batallón de Construcción y del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos”.
Los Pitufos fueron sometidos por los militares del Primer Regimiento de Caballería Motorizado de Nuevo Laredo y los pusieron a disposición de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) de la PGR. Las armas que portaban y los dólares estadunidenses, así como el tractocamión donde se encontraban las maletas, también.
En el proceso 52/2008 que se abrió en su contra, el testigo Martha identificó a los presuntos responsables de los delitos de delincuencia organizada, portación de arma prohibida y operaciones con recursos de procedencia ilícita este fue el fin de Los Pitufos.
Declara Martha testigo protegido
“Soy testigo colaborador identificado con el nombre de Martha (nombre en clave que usan para nombrar a colaboradores hombres que les ponen nombres de mujer), como ya lo hice en diversa averiguación previa relacionada con delincuencia organizada. Fui miembro de los ‘L’ y encargado de Los Halcones de Omar y Miguel Treviño, líderes de Los Zetas en Tamaulipas, Zacatecas, Veracruz y Cancún, entre otros, bajo las órdenes de Lazcano y el Cachetes(Chachetes ya fue detenido). Conozco a algunos integrantes de la organización, ya que siempre he trabajado para brindarles seguridad en Nuevo Laredo. Reconozco a Juan Carlos Villarreal Flores, el Pitufo, y sus sicarios Juan Eliseo Ramos Reséndez, Carlos Alfonso Hernández, Jaime Yaén Gómez Gutiérrez. El Pitufo es el encargado de transportar marihuana y cocaína, desde cualquier parte del país a Nuevo Laredo, e incluso de transportar dinero para la compra de la droga, y al cual conozco desde el 2002 en que llegaron a la plaza y que trabajaba directamente con Los Talibanes”.
Martha detalla las operaciones de los vigías del cártel en varias ciudades de Tamaulipas, en su testimonio ministerial, tras su detención y el ascenso de nivel en la organización delictiva de su hombre de confianza, Carlos Rosalío Moreno, el Chalío, un exagente de la policía municipal de Nuevo Laredo a quien Martha había asignado la central de radio de Los Halcones para supervisarlos y llevar el control de sus miembros.
“(…) A Chalío lo recluté en octubre de 2003 y le asigné la central de radio de Los Halcones, que consistía en supervisar la central durante tres turnos. La ubicación de la central regularmente cambiaba cada dos meses, ya que eran casas rentadas por miembros de la organización. Cuando yo ingresé a la misma, en mayo de 2002( en ese epoca la organización del Cartel del Golfo y los Zetas operaban como la vieja escuela), teníamos un número aproximado de halcones de 450 personas, que se dedicaban a vigilar las ciudades como Nuevo Laredo, Piedras Negras, Anáhuac, Guerrero, así como los puntos carreteros que van desde Nuevo Laredo a Piedras Negras; Nuevo Laredo a Anáhuac; Nuevo Laredo a Guerrero; Nuevo Laredo a Monterrey. A últimas fechas, ya sólo teníamos 150 halcones, los cuales vigilan durante las 24 horas del día y se van turnando cada 12 u ocho horas de acuerdo con las necesidades del trabajo de la organización (…)”
Martha, un expolicía municipal de Nuevo Laredo desde 1986, comisionado en la base uno de radio y teléfonos, delató ante el Ministerio Público federal a varios lugartenientes, como Dora Luz Henriquez Sánchez, alías Dorita; Luis Fernando Prado Hernández, el Gordo Prado; Rodolfo García Amaya, el Maya; al propio Chalío, quien participó en varios levantones de personas que estorbaban a la organización de Los Zetas; así como a los comandantes Pedro Martínez, Martín González y Roberto de León, entre otros.
“(…) Quiero denunciar a varias personas que forman parte del cártel, en virtud de que me enteré que, desde que yo fui detenido, ascendieron de nivel a Carlos Rosalío Moreno Hernández. (…) Respecto a Dorita, desde enero de 2006 ingresó a la organización, ya que la dieron de baja de la policía municipal de Nuevo Laredo por no haber pasado los exámenes, y Omar Treviño la invitó. Su función consistía en pagar los gastos de refaccionaria, hospitales, gasolina para los grupos de halcones, para lo cual recibe 100 mil dólares mensuales que le entrega el cajero de la organización, el Chino; y se encarga de los sueldos de los policías del C4, el Centro de Cómputo y Comunicación de la policía municipal, de la que varios de sus miembros colaboran con el cártel y reciben 300 dólares mensuales. Luis Fernando Prado Hernández, el Gordo Prado, miembro desde 2002, trasporta droga a Estados Unidos por la carretera Rivereña, de dos a tres toneladas por semana, y se apoya en 30 personas. También Rodolfo García Amaya, el Maya, traficante de marihuana, desde 2003, que consigue en Michoacán, por lo cual paga cuota por derecho de piso a Omar Treviño…”.
Desde el C4, Martha se enteraba del trasiego de drogas a través de la comunicación interna por la frecuencia de la policía municipal, así como de la protección que brindan al cártel los comandantes de la corporación Pedro Martínez, Pedro el Bueno; Martín González, quien fue ejecutado; Roberto de León, y otro al que apodaban Padrinito, “que estaban trabajando para la organización”.
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