Pablo Escobar Gaviria estudió la mitad del primer semestre de contabilidad en la Universidad Autónoma de Medellín, pero dejó las aulas "hastiado de las dificultades económicas", cuenta Sebastián Marroquín Santos, hijo de uno de los narcotraficantes más conocidos de América Latina.
Nadie puede decir qué habría pasado si el fundador y líder máximo del Cártel de Medellín hubiera seguido su educación, pero para su hijo, Sebastián Marroquín Santos, es una de las razones por las que siempre hay jóvenes dispuestos a entrar a las filas del crimen organizado.
"El Estado tiene una enorme responsabilidad en la contención de sus ciudadanos, en la educación, en la falta de oportunidades que todavía persisten, y cuando el Estado no le da oportunidades a sus jóvenes, no les ofrece trabajo ni una educación digna, pues el narco sí lo hace", dice Marroquín en entrevista con CNNMéxico.
Marroquín Santos acaba de presentar en México su libro Pablo Escobar, mi padre, la obra que con "rigor y seriedad" cuenta al mundo las experiencias que vivió él y su familia en los peores años de violencia de Escobar y sus enemigos.
Cambió de identidad a los 16 años, al igual que su madre y su hermana menor, para evitar la estigmatización que el apellido Escobar le daba en Colombia, donde se llamaba Juan Pablo Escobar Henao, identidad con la que firma el libro.
Marroquín considera que México "está empezando a sentir una violencia feroz, sin par. Esa violencia es el resultado de las mismas políticas prohibicionistas de que hemos sufrido durante 40 años".
Afirma que esas políticas y las "fórmulas" de combate al narcotráfico del siglo pasado no pueden seguirse empleando en el problema del crimen organizado.
"Si mañana se legaliza (el consumo y producción de drogas), no hay quién financie más esa corrupción y esa violencia. Y hay unas grandes industrias muy interesadas en que nuestros pueblos vivan enfrentados en una guerra fratricida porque así pueden vender muchos fusiles y mucha munición", dice a CNNMéxico.
Los criminales "venerados"
Sebastián Marroquín Santos, hoy de 38 años, afirma que el crimen organizado ocupa ese "vacío" que deja el Estado en muchos lugares donde las necesidades de la gente tienen que ser suplidas, donde el crimen organizado se hace presente.
"No para educarlos, sino para darles un sustento, darles una, entre comillas, dignidad y ocupar a través del narco los vacíos que deja el propio Estado”, considera Marroquín Santos.
El hijo de Pablo Escobar Gaviria recuerda que su padre dedicó parte de su dinero a la construcción de 5,000 viviendas, centros deportivos, de salud y de educación.
El día de su funeral, miles de personas en Medellín asistieron el cortejo fúnebre para llorar la despedida de quien consideraban un benefactor.
"Hay muchos narcos que han utilizado su dinero para devolverle dignidad a muchas personas. Por supuesto que es contradictorio, mi padre lo hizo.
"Terminan siendo venerados porque ocupan el lugar que ocupa el Estado. Mientras se les nieguen esas oportunidades, mientras el Estado no invierta en educar a sus ciudadanos, en darles oportunidades reales para que tengan alternativas diferentes a las de la criminalidad, pues los jóvenes no les está quedando otra opción", afirma Marroquín.
¿Pablo Escobar 2.0?
El hijo de Escobar recuerda que el 2 de diciembre de 1993, cuando tenía 16 años, una periodista lo llamó para decirle que su padre había sido asesinado en Medellín, y en ese momento no dudó en decir que mataría a los responsables.
Su enojo duró 10 minutos. Volvió a hablar con la periodista para decirle que se arrepentía de lo que dijo, pues comprendió que a pesar de la buena vida que pudieron tener en algún momento, el narcotráfico solo trajo tragedia a su infancia y adolescencia.
"El narcotráfico al final nos destruye a todos. Sus familias, sus afectos, sus libertades, su felicidad, sus valores… Te puede dar para tener autos bonitos y mansiones, pero no te duran", afirma.
El haber sido "testigos directos" de las "trampas" del narcotráfico en las que cayó Pablo Escobar hizo que su familia se alejara de ese mundo, una búsqueda de la paz que les tomó mucho tiempo, amenazas de muerte, la pérdida total de la libertad y de cómo crearse un futuro que relata Sebastián Marroquín Santos en su libro.
“Yo no soy Pablo Escobar 2.0, no porque le tenga miedo a la ley, sino porque aprendí las verdaderas lecciones que me dejó esa vida”, dijo Marroquín Santos a CNNMéxico.
"Mi padre hizo una gran historia, entre comillas, a lo largo de su corta vida y murió a los 44 años. Amasó una gran fortuna que terminó financiando su propia muerte", explica a CNNMéxico.
La lección que dejó Pablo Escobar
Marroquín Santos desea que el libro Pablo Escobar, mi padre al igual que el documental Los pecados de mi padre se conviertan en una referencia para los países de América Latina, para evitar las miles de muertes y violencia que vivió Colombia los niveles del "narcoterrorismo" a los que llegó.
"El ser humano es alguien que no tiene por qué estar condenado bajo el yugo de la violencia, ni tenemos por qué haber nacido para matarnos unos a otros. Yo creo en la bondad del ser humano que debe prevalecer, y son los gobiernos, los Estados y las culturas que deben invitar a la paz", dice Marroquín Santos a CNNMéxico.
"Si mi padre hubiera tenido la compañía estatal para poder realizar su carrera, para poder llevar a cabo sus estudios, mi padre seguramente sería una persona muy exitosa por su inteligencia, pero en áreas que aportarían al bien común", considera.
Para Marroquín Santos, el amor por su padre es "no negociable" e "incondicional” porque para él, al interior de su hogar, fue un hombre ejemplar. Aunque, dice, no le impide haber escrito lo que a sus ojos es "la peor versión que hay sobre Pablo Escobar" por una simple razón: "es la verdadera".
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