Una representación del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm) viajó hasta Ginebra, Suiza, para denunciar ante el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, la escalada de violencia que priva en el estado de Chihuahua y que ha dejado más de mil 500 personas desaparecidas, 355 de ellas residentes del municipio de Cuauhtémoc, según cifras reconocidas por la propia Fiscalía General de esa entidad.
Olaya Dozal, maestra que busca a su hija desaparecida en Cuauhtémoc, llevó el siguiente mensaje a la ONU:
“Somos las mamás de Cuauhtémoc, como las mamás de todo Chihuahua y el país, que estamos sufriendo. Son cientos y miles de desaparecidos.
Es por humanidad que les pedimos a quien tenga y pueda querer hacer algo, que busquen una solución, porque esto se debe de detener, porque cada día son más personas, cada día es más grande el miedo, cada día tenemos que estar más encerrados en nuestras casas, cada día es más el miedo por nuestros hijos. Estamos en manos de los delincuentes que al mismo tiempo son las autoridades”.
Las mujeres grabaron un video con sus testimonios en los que pintan el desolador panorama que enfrentan en la entidad gobernada por el priista César Duarte Jáquez.
María de Jesús Gutiérrez, quien perdió a dos hijos y un hermano, pide a la ONU su apoyo para que quiten la policía de Cuauhtémoc porque en la mayoría de los casos de desapariciones están involucrados agentes de Tránsito o de la Policía Municipal.
“Yo oí que les estaban diciendo a Pedro (uno de los desaparecidos), que si no iba a trabajar lo iban a traer (…) ‘dijo que el peligro ya está’, de que se fueran a desaparecer, si no entraban a trabajar (…) Yo trabajaba en la fiscalía, ya hace quince días que dejé de trabajar ahí. Vi a uno de los que fueron a ofrecerles trabajo a la fiscalía, ya lo habían traído de ministerial a municipal. Me lo encontré y le dije que qué había pasado con mis hijos, que qué me les habían hecho y agachó la casa, nunca me dijo nada”, señala María de Jesús para evidenciar las pruebas que tienen las autoridades y no han hecho nada”, dice.
María Teresa Almas cuenta que a su hijo se lo llevó un grupo de gente armada que pertenece a la fiscalía y ella misma descubrió y dio esas evidencias a las autoridades, pero no sucedió nada. “Pedí ayuda, fui a la fiscalía y con el gobernador, di santo y seña de esas personas, pero mi hijo no regresa. Lo sigo buscando”.
Rubí Martínez ofrece su historia:
“Mi hermana se quiso suicidar tres veces, es muy doloroso. Cuando estaba él, yo tenía mis calificaciones normales y he bajado mucho en mis calificaciones. Me hacían bullying porque se dieron cuenta que mi papá estaba desaparecido y para mí era una desesperación”.
Y su mamá, Dolores Pérez, explica que las madres debieron asumir de golpe el papel de papás. “Las autoridades no saben el dolor y el trauma. Debemos trabajar doble para que nuestros hijos no dejen los estudios, para que sean alguien en la vida. Sólo pido justicia, no me importa quién se lo llevó (a su esposo), quiero que lo regresen vivo, porque vivo se lo llevaron”.
Para Dámaris y su hermano de 14 años, la desaparición de la hermana mayor en Cuauhtémoc también significó un cambio radical en sus vidas, porque era quien trabajaba para apoyar a su mamá en la manutención de su hogar.
Dámaris cuenta en el video que tuvieron que dejar de estudiar para ayudar a su mamá con los gastos. “Que nos ayuden a buscarla, viva o muerta, sólo queremos sabe que ahí está”.
En el camino de la búsqueda de sus seres queridos, han quedado varias madres de personas desparecidas, como Martha Loya que desapareció en el 2012 por buscar y exigir justicia para su hijo; Artemisa Ibarra, Marisela Escobedo Ortiz y otra madre más del municipio de Guerrero.
El video muestra a abuelas, tías, hermanas, que han quedado frente a las familias destrozadas por la violencia y sin políticas públicas eficientes a las que puedan acceder, por lo que ha mermado su salud, economía y seguridad.
Martha Arana sólo pide que el mundo se entere de lo que realmente pasa en Cuauhtémoc.
“Por favor, que las autoridades sean sensibles no insensibles, humanas, no inhumanas, que sean personas que sientan el dolor ajeno y que por favor hagan lo que se tenga que hacer, vayamos a donde tengamos que ir, pero que hagan algo por encontrar a las personas que estamos buscando, que en este caso es mi hijo, que estuchen el dolor de una madre que los busca incansablemente”.
Consuelo Prado relata que su esposo desapareció el 1 de abril de 2011 y desde entonces han tenido dificultades económicas y emocionales para sus hijos, “estamos en proceso de aceptación de que mi esposo no está, no sabemos si está vivo o muerto, hay testigos de cuando sucedieron los hechos”.
La familia Muñoz Veleta, a quien le desaparecieron a ocho integrantes en junio de 2011, indica que las autoridades sólo les dicen que iniciarán de nuevo la investigación, sin resultados.
Luisa Veleta, madre de uno de ocho desaparecidos, pide que los encuentren como sea. Ya no le importa si no castigan a los culpables, porque el dolor de no saber dónde está, los está consumiendo.
Al lado de su abuela, Emma Veleta, la niña Blanca Solís Muñoz explica que extraña a su papá y a sus otros siete familiares y pide que los regresen con vida.
“Es muy grande el dolor que estamos viviendo. Quiero que nos los regrese como Dios lo disponga. A mis hijos que todos ellos dejaron a su familia, un hogar vacío, a igual como me han dejado a mí, a donde quiera que ellos estén, los adoro los quiero y quisiera volverlos a ver, para no quedarnos con este dolor tan grande”, dice doña Emma Veleta.
Teodosia Hernández, a quien un agente de vialidad le desapareció a su hijo José Rosario, pide: “Ayúdenos hombre, no nos dejen solos, estamos sufriendo mucho. Apóyenos porque pues cómo va a ser justo”.
La esposa de José Rosario, Antonia Aguilar, explica que ellos hicieron la investigación. Incluso ellos presionaron para que el caso llegara ante un juzgado pero lo dejaron en libertad y posteriormente, ordenaron la detención cuando el agente había huido. Se encuentra prófugo.
El hijo de José Rosario, Alexis Hernández, pide apoyo para los hijos de personas desaparecidas, porque los hijos quieren seguir estudiando y no pueden porque las familias se quedan sin dinero.
“No quiero morirme sin volverlo a ver, así enferma como estoy, pero ando luchando por él. Que Dios me permita volverlo a ver antes de morirme, porque no quiero morirme sin volverlo a ver”.
Al hijo de Norma Villarreal se lo llevaron con otras seis personas de un centro de rehabilitación, también en 2011 y sólo dos familias los buscan porque hay mucho miedo para denunciar los casos.
“Él tenía amenazas de un policía municipal, hasta mi casa fue. Yo presencié ese caso, hasta la casa de mi madre fue en Cuauhtémoc. Le dijo que vivo o muerto se lo iba a llevar. Yo quisiera que hicieran justicia, Cuauhtémoc es un volcán, se come a la gente y no la encontramos ni viva ni muerta. Dejó dos niños chiquitos que a veces no tienen ni para comer, una de mis hermanas está muy mal, mi madre, y así estamos todas las madres que han perdido hijos”, relata Tania Gutiérrez.
María Luisa Gutiérrez informa que el 9 de febrero de 2013 desaparecieron a diez trabajadores de una mina, en el municipio de Urique en la Sierra Tarahumara y no los han localizado.
Como parte de la problemática de desaparición forzada, 11 integrantes de la familia Alvarado, del municipio de Buenaventura, tuvieron que pedir asilo político en Estados Unidos, donde se encuentran en espera de la resolución.
Sin políticas públicas ni voluntad
Las víctimas de desaparición en la entidad se han vuelto invisibles, principalmente las mujeres, las más vulnerables. “En los pueblo somos obligadas a convivir con grupos obligados, con policías y militares, presas del terror, a caminar bajo mirada dominante de los hombres, con sus armas listas para disparar, allanar cualquier hogar para llevarse a hijos como botín de guerra”, expone el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm).
En su opinión, “las autoridades no hacen cruce de la información genética con ADN que les proporcionan con cuerpos de gente no identificada del país”.
Además, añade que las familias hacen investigación, que hay decenas de fosas con restos humanos sin investigar, que no hay protocolos de búsqueda, y que no hay diligencias para buscarlos vivos ni muertos.
En cuanto a los niños, Luz Estela Castro Rodríguez, directora del Cedehm, advirtió que el Fondo de Atención a Víctimas de la Violencia (Fanvi), sólo contempla apoyo para algunos casos de hijos de personas asesinadas, no de desaparecidos.
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