Sicarios los interceptaron y el equipo de seguridad de Peña Nieto salio huyendo de Tamaulipas

Los más cercanos al presidente Peña Nieto tuvieron que salir huyendo. La anécdota casi no se conoce. 


Esta es la historia:

Cuando el Presidente de México tiene programado en su agenda realizar un viaje, funcionarios encargados de su seguridad y logística llegan unos días antes al destino.

En el argot se les conoce como “la avanzada”: verifican los hoteles, recorren las rutas, calculan los tiempos de traslado, revisan los salones para mítines y actos, se coordinan con los gobiernos estatales y municipales.

Hace unos meses, los integrantes de la avanzada del Presidente llegaron a Tamaulipas. Después de realizar su habitual trabajo se dirigieron a su hotel. Fueron interceptados por integrantes del crimen organizado, quienes los amenazaron para que se fueran de ahí.

Se comunicaron con sus superiores en Los Pinos y éstos no quisieron correr riesgos: los subieron al primer avión disponible de regreso al DF. Tuvieron que salir huyendo.

La anécdota es una radiografía de Tamaulipas. 

Poco tiempo después de ese episodio, el gobierno federal lanzó su plan para rescatar a esa entidad.

A cinco meses de ese anuncio, ¿cómo están las cosas en Tamaulipas?

El diagnóstico oficial es mucho mejor que el de sociedad. En el gobierno federal evalúan que la estrategia va “muy bien, mucho mejor de lo que parecería”, me dice una fuente del más alto nivel.

Entrevisté a periodistas, líderes sociales y empresariales para esta columna. La realidad se puede dividir geográficamente:

En el norte del estado —Reynosa es el emblema, pero también Nuevo Laredo— la sociedad siente que todo sigue igual: secuestros, extorsiones, reinado del crimen organizado y una ciudadanía que ya no se espanta, que ha tenido que “acostumbrarse” a callar, a pagar cuota a los narcos, a recolectar rescates, a no denunciar en los medios de comunicación, menos a las autoridades, presuntamente al servicio de los capos.

Han caído dirigentes criminales, pero esto no les ha resultado en una mejora en la confianza al Estado ni en una transformación de su brutal cotidianidad.

En el sur del estado —Tampico, Madero, Altamira— han bajado las balaceras y secuestros de alto impacto, pero todavía son insostenibles los niveles de extorsión y cobro de derecho de piso. Los secuestros exprés y de bajo monto de rescate se mantienen cada vez más altos.

“Cobran hasta por cabeza de ganado vendida en el rastro”, me confía un empresario que pide guardar el anonimato. Los ganaderos pagan y callan. Si no, no venden. ¿Resultado? Al menudeo el precio del kilo de carne se ha duplicado y ha llegado a los ¡cien pesos! Lo mismo les pasa a los barcos camaroneros.

Según reportes de inteligencia, los criminales dejaron las ciudades de Tamaulipas y se han refugiado en las zonas rurales y la región norte de Veracruz.

Toda la atención la tienen Guerrero y Michoacán. Pero no hay que dejar de ver al norte.

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