Yo fundé el Cártel del Golfo la historia de Óscar López Olivares Memorias de un Narco

Óscar López Olivares, quien se autodenomina fundador del cártel del Golfo, narra pasajes que asegura transcurrieron entre finales de los setenta y principios de los noventa. 

Su relación con Juan García Ábrego, uno de los capos más poderosos de los años 90. les compartimos segmentos del capítulo Yo fundé el cártel del Golfo. El testimonio inédito forma parte de La guerra de Los Zetas

Éste es el abecedario incompleto que he hecho del monólogo de un capo. Los acontecimientos transcurren entre finales de los setenta y principios de los noventa. Matamoros es el epicentro.

El capo Juan García Abrego, quien sostiene un vaso, fue detenido en 1996, y el ex jefe del cártel del Golfo, Juan N. Guerra, de blanco, fue encarcelado en 1991 


Óscar López Olivares relata sobre la fundación del cártel de Matamoros, que más tarde sería conocido como el cártel del Golfo

ASÍ SON LAS COSAS

Me iba muy bien, pero un día que no pude cambiar unos cheques decidí renunciar al magisterio y al periódico, y fundé la Casa de Cambio Valle Hermoso, la primera en la ciudad. El primer mes tuve utilidades diez veces mayores al sueldo que tenía con los dos trabajos anteriores como periodista y profesor. Me metí de lleno a las finanzas: compra de dólares, préstamos prendarios… Fue un ascenso meteórico a la riqueza. A los cinco años de haber iniciado ya tenía casa propia, rancho, terrenos urbanos, vehículos de lujo y mi primer avión.

Por coincidencia, la mayoría de mis secretarias eran reinas de belleza de las fiestas del pueblo. Muy bellas y eficientes. De las que recuerdo: Reyitos, Flor, Claudia, Emma, Rosalba, Neyta, Socorrito…

Recibí el apoyo económico de varios empresarios de Valle Hermoso, principalmente del conocido restaurantero Ricardo Montalvo, de Armando y José García Cárdenas, así como de Ramiro Guerra Guerra, que años después tuvo sus cinco minutos de fama nacional como alcalde de Guadalupe Nuevo León: demandó al ayuntamiento y le ganó sesenta millones de pesos, que al parecer hasta ahora no hace efectivos.

Con treinta y cinco años de edad, dinero abundante y un negocio próspero, combinaba mis tres aficiones favoritas en ese tiempo: la cacería, la aviación y las chicas de sociedad. Impulsé la aviación privada entre ganaderos y agricultores que tenían sus propiedades lejos de Valle Hermoso. Los enseñaba a volar y les conseguía avión. Compré un terreno agrícola junto a la carretera Valle Hermoso-San Fernando, construí una pista de aterrizaje y un hangar para guardar el avión. El presidente municipal de ese entonces, Gilberto Guerra Barrera, y el gobernador Enrique Cárdenas González me propusieron que si donaba la aeropista, el gobierno del estado se comprometía a pavimentarla. Lo hice y ahora es un aeropuerto internacional con vuelos nocturnos, directos a la tierra de la cumbia y del vallenato.

Y con sistema de aterrizaje por instrumentos satelital.

¡Es el progreso! Así son las cosas.

Que conste que yo nada más lo fundé.

Volé al aeropuerto de Brownsville-Cabezal y me incorporé de inmediato a una flotilla de aviones. Puros norteamericanos la tripulaban, la mayoría ex combatientes de Vietnam. Hacían un vuelo diario. Transportaban mercancía americana de contrabando al área de Veracruz, para de ahí ser llevada al mercado de Tepito a la Ciudad de México.

Con ingresos de siete mil dólares diarios pude rehacer mi vida. Les compré automóvil a mis dos amantes de veinte años, por las que había cambiado a mi esposa de cuarenta. Me llevé a X a un departamento a Brownsville y ahí vivimos muy felices, hasta que en uno de esos viajes con los gringos me detuvo la Judicial Federal. Me torturaron, aunque levemente, y a partir de ese día se fundó el cártel de Matamoros, que más tarde sería conocido como el cártel del Golfo.

El comandante me dijo:

—Mira, Profe, trabaja con nosotros y te pagamos diez mil dólares por viaje desde Veracruz o Oaxaca hasta Matamoros.

El comandante me dio instrucciones de que buscara a Juan García Ábrego para ponerme de acuerdo. Él movía la mercancía que el gobierno manejaba como resultado de los decomisos. Como yo no conocía a Juan García Abrego en ese tiempo, la persona que sirvió de enlace fue Carlos Reséndez Bortolouce, uno de mis mejores amigos, a quien yo protegía y beneficiaba. Carlos me llevó con él y resulta que ese día, sin haberlo conocido, Juan me dijo que estaba de acuerdo y me sorprendió al decirme que yo le debía dos millones de pesos. Después supe que era cierto, pero el que me los había prestado a su nombre era José García del Fierro, nada menos que el junior número uno de Valle Hermoso y que para todos era hijo de don Pepe García, considerado el cacique de Valle Hermoso, Tamaulipas.

Don Pepe era el hermano mayor de la conocida dinastía García Cárdenas y estaba casado, al igual que su hermano Armando, con una mujer perteneciente a otra dinastía famosa: la de los Del Fierro. El matrimonio de don Pepe no procreó hijos, razón por la cual le pidieron a don Albino, padre de José García del Fierro, que le regalara a sus hijos pequeños, porque no tenían a quién dejarle su inmensa fortuna. Por la parejita de hijos que regaló, don Albino recibió una camioneta del año y una parcela.

José contaba aproximadamente con doce años de edad y, mostrando su carácter, quería impedir a como diera lugar que se los llevaran. Les dijo a sus padres que no lo hicieran, que un día se iban a arrepentir porque él iba a tener más dinero que todas las dinastías juntas. Toda su vida cargó con ese trauma.

Se desquitó con sus padres un día que llegamos a casa de ellos en Estados Unidos. José llevaba un veliz con cuatro millones de dólares que, para mi mala suerte, les aventó mientras les reclamaba haberse desentendido de él cuando era niño.

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