CHILPANCINGO, Gro.- “Valimos verga, ni hubiéramos de venir”, expresa un joven a su compañero que tampoco rebasa los 20 años, ambos portan rifles de bajo calibre.
Una playera azul marino con la leyenda “Policía Comunitaria General Heliodoro Castillo”. Corren junto a una decena de combatientes que se ven superados por una ola de potentes ráfagas y logran escapar en la batea de una camioneta.
Se trata de uno de los enfrentamientos armados que se han registrado en la sierra de la entidad donde integrantes de los grupos delictivos de Chichihualco y Tlacotepec disputan las plazas de Filo de Caballos y Carrizal, en el municipio de Leonardo Bravo.
En un vídeo de casi cinco minutos, difundido en redes sociales, se observa a jóvenes, en su mayoría pobres y sin expectativas de desarrollo, siendo reclutados por la delincuencia para utilizarlos como carne de cañón.
El narrador de la historia es un joven combatiente procedente del municipio de Apaxtla de Castrejón, ubicado en la zona norte y donde el control de la seguridad está en manos del grupo de autodefensa denominado Movimiento Apaxtlense Adrián Castrejón, quienes junto a La Tecampanera, la guardia de Teloloapan, apoyan a la banda de Tlacotepec en su intento por tomar el corredor minero y amapolero Xochipala – Filo de Caballos que conecta la sierra con la región centro.
En tanto, los pobladores de comunidades del municipio de Leonardo Bravo, ahora están luchando para retornar con sus familias desplazadas y recuperar su patrimonio en las zonas tomadas por el grupo de Tlacotepec.
En las imágenes se observan a los jóvenes tirados boca arriba sobre una brecha de terracería donde tratan de permanecer inmóviles ante la refriega.
Enseguida, un hombre que porta chaleco táctico, un fusil y protegido por una camioneta, le exige a los reclutados que vayan a la zona de fuego para apoyar a sus compañeros.
– “Nos están regañando. Que váyanos pa’llá”, dice uno.
– “Vamos verga”, responde el otro, quien advierte que la negativa a pelear se debe a que ellos portan rifles de un tiro, calibre .22 y los otros combatientes se enfrentan con fusiles automáticos de alto calibre.
El joven deja claro al hombre que les exigió salir a combatir que sus instrucciones se limitan a estar “de apoyo” ante la falta de armamento pesado y “los chiludos”, dice en referencia a los que portan armas largas, ya estaban en el frente de la batalla.
Cuando arrecia la metralla, decenas de hombres, adultos y menores, huyen ante lo tupido del tiroteo, corriendo y montados en camionetas.
Los protagonistas de la terrible escena deciden subir a la batea de una camioneta y le piden al conductor que acelere para escapar y salvar la vida.
– “Písale coreano”, grita uno de ellos.
– “Valimos verga, ni hubiéramos de venir”, dice el otro con una expresión que refleja nerviosismo.
Luego, se escucha la voz de otro hombre que se comunica a través de un radio portátil y ordena frenar la retirada y que regresen a pelear, pero recibe una negativa como respuesta:
“Ya se están regresando los de Apaxtla, wey. Ya van pa’trás todos wey”, remata el joven que porta un rifle de juguete comparado al calibre que están utilizando el resto de sus compañeros y adversarios.
Este hecho violento refleja la crueldad de una guerra librada por milicianos surgidos de la pobreza quienes pelean por intereses que benefician a líderes que ni conocen.
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