Las viudas del narco

Un grupo de autodefensas chocó con una célula del cártel de Los Caballeros Templarios en las inmediaciones de Arteaga y allí pereció el padre de los 2 hijos de Jovita.

Ella fue señalada por las autoridades locales como Templaria y tuvo que salir –perseguida- con sus hijos de Tierra Caliente. Desde junio del 2011, Jovita vive en las calles de Morelia, se gana la vida limpiando parabrisas en un crucero de la calle Madero.

A veces –reconoce- se ha vendido sexualmente para poder darles de comer a sus hijos. La viuda, de apenas 29 años de edad, se ha cansado de hacer fila en las oficinas del DIF estatal para pedir una despensa, a veces servicios básicos de salud o apoyo para que sus hijos puedan ir a la escuela.


 No ha recibido nunca nada del gobierno. El menor de sus hijos, Roberto, ya tiene 7 años, y el mayor, Raúl, ya llegó a los 11. Los dos ayudan a los ingresos de la familia vendiendo dulces en el mismo crucero vial, mientras “alguien” les ayuda a entrar a la escuela.

El drama de Jovita es muy parecido al que viven miles de viudas que la guerra del narcotráfico ha dejado en México y, particularmente, en Michoacán.

De acuerdo a las cifras del obispado de Apatzingán, en la zona de Tierra Caliente más de 5 mil familias han quedado sin cabeza, luego de que el padre perdió la vida en algún conflicto armado, algunas veces del lado de los grupos de autodefensa, pero en la mayoría de los casos, del lado del crimen organizado.

En los gobiernos estatal y federal no hay cifras que cuantifiquen a las mujeres que han quedado solas. Las viudas del narcotráfico ni siquiera se ven desde las oficinas de gobierno. La estigmatización social puede más que cualquier intento por zanjar el abandono en el que se han sumido.

Como en todo conflicto, los bandos en guerra en Michoacán tienen filiación. Mientras las viudas de los autodefensas son vistas como principales víctimas de la violencia y son socorridas por los gobiernos locales, las viudas de los sicarios son expulsadas de sus pueblos, a punto del linchamiento.

A los hijos se les persigue.

“Son perros del mal”, refiere un miembro de la autodefensa de La Mira, en Lázaro Cárdenas, el que se dedica a expulsar a los hijos de Templarios abatidos en combate.

Ninguna organización no gubernamental quiere otorgar ayuda a las viudas de Los Templarios abatidos. Son el gueto michoacano que las instancias oficiales no quieren voltear a ver y ellas mismas lo saben.

Algunas viudas han intentado hacer una agrupación, pero ni los notarios de la región les quieren brindar ayuda para evitar problemas con el Gobierno Federal y con los grupos de autodefensa.

Las cifras extraoficiales del conflicto armado en Michoacán apunta a la posibilidad de que de las más de 5 mil viudas que se calculan en las zonas de la Costa, Sierra Nahua y Tierra Caliente, por lo menos unas 3 mil eran esposas de miembros del cártel de Los Caballeros Templarios; poco menos de 2 mil mujeres fueron esposas de hombres que se incorporaron a las filas de las autodefensas.

La cifra más aproximada que se conoce en Michoacán sobre el número de niños que han perdido a sus padres en los enfrentamientos violentos en el estado se ubica en 7 mil 262 huérfanos, la mayoría de ellos, hijos de presuntos integrantes del crimen organizado.

Esto los ha obligado a salir de sus localidades para buscar rehacer su vida en otra parte, a veces en ciudades de los estados del centro del país, pero principalmente buscando su destino en Estados Unidos.

Hacer el bien sin mirar a quién

Las parroquias de los obispados de Apatzingán y Lázaro Cárdenas, a cargo de los sacerdotes Cristóbal Asencio García y Armando Antonio Ortiz Aguirre, se han dedicado a brindar ayuda a las mujeres que han perdido a sus esposos en el conflicto armado que se vive en Michoacán.

Las viudas del crimen organizado optan por acudir a los dispensarios caritativos de la Iglesia Católica, porque en esa instancia los sacerdotes no preguntan antecedentes.

En las oficinas de gobierno –se lamenta Ofelia, viuda desde hace un año- siempre están pidiendo datos del marido. Preguntan toda la historia del hombre asesinado.

“Cuando finalmente sale que mi esposo fue muerto por los autodefensas, porque era Caballero Templario, es cuando me dicen que regrese luego. Es cuando sé que ya no me darán nada”.

Por las oficinas del DIF de Aquila, Tumbiscatío y Aguililla ha desfilado desde hace 6 meses Matilde, una viuda y madre de 4 niñas, quien perdió a su esposo hace menos de un año. 

No le han negado la ayuda en forma oficial, pero no ha pasado de ser solo candidata a una despensa alimenticia y a una beca económica del Gobierno Federal. La ayuda se la detuvieron desde el primer día en que las trabajadoras sociales supieron que su marido murió en combate, del lado de Los Caballeros Templarios.

Matilde es originaria de Arteaga, pero tras la muerte de su esposo ha estado cambiando de domicilio, pasando de municipio en municipio por todo el sur de Michoacán, hasta que los grupos de autodefensas descubren que es viuda de un Templario y entonces le ordenan que salga del lugar.

“Ni en la oficina de Derechos Humanos de Morelia quisieron recibir mi queja. Fui a la Procuraduría para avisar de la persecución de los autodefensas y me dijeron que agradeciera que no me han matado”, dice entre risas que ni ella misma sabe sinceras.

El único lugar en donde Matilde, con sus 37 años de edad, ha encontrado refugio es el dispensario de Apatzingán, en donde el Padre Goyo “que es inmensamente bueno, me perdonó y hizo (sic) que me comenzaran a dar una despensa. Dijo que me iba ayudar para que mis niñas entren otra vez a la escuela, porque dijo que nosotras no teníamos la culpa de los pecados que haya cometido mi esposo”.

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